Cantos de ordeño y quesos dan sabrosura a las faenas del llano
Por Evarísto Marín: En nostálgico tono de añoranza, se siente en el país que despertaba con el primer bramar del becerro, las tonadas de Simón Díaz y los conciertos de arpa y cuatro de Juan Vicente...
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La poesía juguetea con el canto de los ordeñadores. Lucero de la mañana, préstame tu claridad. Los cantos de ordeño de Simón Díaz, la tonada llanera, los conciertos de arpa y cuatro de Juan Vicente Torrealba, subliman hasta lo inolvidable las faenas del potrero.

En las voces de Mario Suárez o de Freddy Salcedo todavía despierta aquel país del primer bramar del becerro, con melódico y nostálgico tono de añoranza.

Acaso es imperdonable dejar de mencionar, con ellos, a Reina Lucero, a María Teresa Chacín, a Soledad Bravo, a Teo Galíndez y quién sabe a cuántos más, al definir la tonada como el más enternecedor canto del amanecer llanero. De la ubre a las camazas, la leche fresca, espumosa, burbujeante, convierten al queso, con la prodigiosa laboriosidad de la peonada, en el más exquisito regalo para nuestros paladares.


De familia con tradición ganadera, Mercedes de Pérez Freites, la poetisa de Cantaura, es recordada por la belleza de su poema El Ordeño

Célebre el poema La Vaca Blanca, de Andrés Eloy Blanco. Y también el soneto El Ordeño, con el cual una exquisita poetisa de Cantaura, Mercedes de Pérez Freites, exaltó el oficio y los cantos del becerrero.

El alba nace en un claror de luna / Es el paisaje campesino, un cromo, / con el rejo en el brazo, el mayordomo, / y en el tranquero del corral, “Fortuna”


Los quesos de San Mateo, en Anzoátegui, son de los mejores del país

Llámese guayanés o palmizulia, queso de cincho o queso de mano o de telita, queso llanero, duro para rallar. Todos esos quesos que hacen las delicias del paladar venezolano, nos vienen de cantares mañaneros y de hábiles manos, expertas en trabajar con la leche espumosa recién llovida de la ubre en la calabaza, para darle esa textura y ese punto de sabor que los convierten en manjar de nuestras mesas.

“Y se vino hacia mí la vaca blanca, / una estrella en la frente y una cruz en el anca"

La inspiración de Andrés Eloy Blanco es enaltecedora. El más popular de nuestros grandes poetas nació en Cumaná (1896) pero fue enorme su apego por Apure. Allá hasta fue abogado de Pancha Vásquez. Fue Andrés Eloy quien se la presentó a Rómulo Gallegos y fue Gallegos quien la hizo protagonista de su novela Doña Bárbara.

La poetisa de Cantaura, Mercedes Guevara de Pérez Freites, nació entre cantos de becerreros y totumas de leche fresca, el 2 de agosto de 1885, en esa hora clara del amanecer.

Van cayendo las trancas una a una, / entra la vaca, y por su recio lomo / va pasando la mano el mayordomo / cantando a media voz: “ponte Fortuna, / ponte… ponte”… la vaca, mansa y buena, / la ubre rosada le presenta llena: / enrejado el becerro, triste brama; / y acercando un muchacho la totuma, / de leche tibia, borbotando espuma, / se llena, se rebosa y se derrama.

A los ocho años, ella escribió sus primeros versos y leía con gran soltura cuentos infantiles y obras inmortales como La Divina Comedia, admirando con su precocidad a familiares y maestros. Su primer libro, Versos, fue editado en Caracas, por la Tipografía Gutenberg, en 1916. Murió a los 36 años, el 19 de febrero de 1921.

En esa época, el recién creado estado Anzoátegui comenzaba a tener fama con sus buenos quesos en Guanape, Clarines, Aragua de Barcelona y San Mateo.