En estos días leí esta frase: “Cuando tú te mantienes afectado porque alguien no quiere cambiar, tú también te estás rehusando a hacerlo.” Y de pronto me di cuenta de cómo el hábito de querer controlar a los demás también abarca el deseo de protegerlos, al punto de irrumpir en sus vidas, ignorando su individualidad y su derecho a tomar sus propias decisiones, con ese fin. De repente obtuve una claridad inusitada.
Y es que a ningún adulto le gusta que otra persona quiera decirle qué hacer o cómo hacerlo, mucho menos tratar de imponérselo. Si se trata de nosotros, inmediatamente nos cerramos y aun cuando en el mejor de los casos no expresemos nuestra negativa a aceptarlo, silenciosamente lo rechazamos y cortamos la comunicación. Aun cuando los comentarios o sugerencias conlleven las mejores intenciones, en la mayoría de los casos serán rechazados, poniendo inclusive en riesgo el bienestar de la relación.
No podemos controlar nuestra vida y tampoco deberíamos insistir en controlar la vida, el comportamiento o la manera de pensar de los demás. Aprendamos a permitir y a aceptar que las cosas sucedan como tienen que hacerlo y a que los demás, en especial nuestras personas más queridas, tengan su espacio para ser quienes quieran ser. Aceptar y soltar es la consigna.
Cuando renunciamos al deseo de tener el control para que las personas o las cosas sean como nosotros quisiéramos, nuestras relaciones mejoran y nuestro nivel de tensión y ansiedad bajan notablemente.
Claves para soltar el control
Prueba dejar que las cosas se desarrollen por sí solas. ¿Eres de las personas que necesitan controlar las cosas para que funcionen realmente? ¿O más bien lo que necesitas es sentirte seguro? Aprende a soltar un poco, cesa en tu empeño de querer prevenir lo que pueda pasar para supuestamente estar mejor preparado. Más bien enfócate en hacer lo que te corresponde de la mejor manera posible en el presente, permitiendo que cada quien se haga responsable de su parte. Aprende a resistir el hábito de querer controlarlo todo.
Aprende a delegar. No porque otros elijan hacer las cosas de una manera diferente tenemos que suponer que saldrán mal. Aprendamos a darles el espacio y la oportunidad de participar, para que tomen la iniciativa o contribuyan, aunque lo hagan a su manera, porque lo verdaderamente importante es el resultado y la colaboración. No quieras hacerlo todo tú.
Trabaja en la aceptación de los demás. Reconoce y acepta que cada persona tiene derecho a ser como es y que no está en ti cambiarlos. Respira profundo y da un paso atrás en el empeño de querer controlarlas, permite que cada quien viva su proceso, dales espacio para que puedan tomar la decisión que consideren más adecuada, para que puedan actuar como deseen hacerlo y tener sus propias experiencias e ideas aunque estas sean diferentes de las tuyas. Exprésales directamente tu deseo e intención de apoyarlos si lo necesitan y espera a que te lo pidan.
Confía. Esta es una palabra clave en el proceso de aprender a soltar. Significa, primero, confianza en que habiendo hecho tu mejor esfuerzo las cosas ocurrirán de la mejor manera posible; y que si no sucede como tú quisieras, podrás aceptarlo para aprender algo nuevo de ello y trabajar para resolverlo o mejorarlo cuando se presente la oportunidad. Segundo, confianza en que las personas que están a cargo lo harán bien aunque lo hagan de una manera diferente a la tuya; y que si no ocurre lo que esperas podrán conversarlo, llegar a acuerdos y mejorarlo. Y tercero, confianza en que aun cuando se presenten eventos o situaciones inesperadas, la Divinidad siempre buscará los mejores instrumentos para acercar a ti las soluciones, los recursos, las herramientas esenciales y las puertas abiertas. ¡Descansa y suelta!!
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