Jimmie Angel era favorito de los niños
Por Evarísto Marín: El 9 octubre de 1937 su avión quedó atascado en la superficie pantanosa de la cima del Auyantepuy. Bajar de aquella montaña con su esposa y sus amigos les llevó más de una semana
      A-    A    A+


Su nombre figura en las primeras promociones de pilotos de Estados Unidos. Antes de los 20 años combatió en la Primera Guerra Mundial al lado del coronel T.E. Lawrence, conocido como Lawrence de Arabia. Bonachón, alegre, tomador de cerveza y poseedor de mucha simpatía, Jimmie Angel era acróbata y experto instructor de vuelos, de fama en México y Centro América cuando, en 1925, un norteamericano de apellido McGrake le ofreció, en un bar de Panamá, 5.000 dólares para que lo llevara en su avioneta hasta un tesoro en la Gran Sabana.

Con ayuda de un rústico mapa que McGrake guardaba en un bolsillo, el oro fue localizado. Angel compró un nuevo avión. Siempre rehusó pilotear aviones de gran tamaño. “Sería como manejar un autobús”, le dijo a Rolan, su hijo menor.

Cuando murió, en diciembre de 1956, en Panamá, Angel era todo un legendario aviador, explorador de las selvas venezolanas. Tenía 56 años. Su avioneta Cesna 180 quedó destrozada al ser envuelta por un viento de cola al tratar de levantar vuelo. Muy lesionado, los esfuerzos médicos de la Zona del Canal para salvarlo resultaron vanos.


El Flamingo “Río Caroní”, reconstruido, se exhibe en un parque cercano al aeropuerto de Ciudad Bolívar / Foto Wikipedia

James Crawford Angel Marshall, a quien se atribuye el descubrimiento del gran salto que lleva su nombre, nació en Misuri el 1 de agosto de 1899. Tenía tres años cuando los hermanos Wrigt pusieron a volar el primer avión en 1902. Diecinueve años antes de su fatal accidente en Panamá, Jimmie Angel quedó atascado sobre la meseta del Auyantepui, aún desconocida en los mapas oficiales de Venezuela para la época. En un libro de extraño título, Jimmie Angel entre oro y diablo, Alfredo Schael describe sus hazañas.


El avión de Angel tal como quedó clavado de cabeza en lo alto del Auyantepui / Foto Archivo de E.M. 

Se cuenta que siempre cargaba cervezas en su avioneta. Sobre los ríos y la inmensidad verde de la selva se sentía como un pájaro con alas metálicas. “Para ser piloto no es necesario ser loco, ¡pero ayuda!”, dijo muy jovialmente Harry Gibson, uno de los más veteranos aviadores de Avensa, al hablar de la temeridad con la que Angel lograba convertir cualquier claro de montaña, en improvisada pista. Eso precisamente fue lo que intentó sobre lo alto del Auyantepuy el 9 octubre de 1937. Ese día su avión siglas NC9487 quedó clavado de cabeza sobre la superficie pantanosa. Bajar de aquella escabrosa montaña con su esposa Marie y sus amigos, Miguel Ángel Delgado y Gustavo Heny, hasta el campamento de Canaima, les llevó más de una semana.

Aquel aviador de muy enrevesado hablar español con tono panameño, se hizo de muchos amigos en Ciudad Bolívar, desde cuando el aeropuerto solo disponía de una angosta y corta pista y una rústica choza como oficina. Cuando los niños vendedores de dulces lo veían aterrizar se arremolinaban alrededor de su avioneta. Jimmie Angel les compraba todos sus productos para llevarlos a las tribus selváticas. Otras veces se los devolvía para que los revendieran. En una ocasión compartió un almuerzo con más de 30 niños, solo para verlos felices, recordaba su amiga Conchita de Gómez Machado.