Cuando Rómulo Gallegos asumió la dirección del Colegio Federal, el silbato del ferrocarril era todavía parte del escenario aldeano de nuestra Barcelona. El uso mensual de un teléfono de manilla costaba 12 bolívares y un pasaje en vapor, desde La Guaira hasta Guanta, 42. Eso fue lo que pagó el futuro novelista y presidente de la República.
El 27 de enero de 1912, Gallegos desembarcó en Guanta. El tren lo llevó a Barcelona. En esa época los peregrinos de Semana Santa, en vez de baños de playa, iban por los milagros de San Celestino, el mártir cristiano cuyos restos son venerados en esa Catedral desde 1777.
“Barcelona, en conjunto, me gusta”, escribió Gallegos a su novia, Teotiste Arocha, el 2 de febrero. Se aloja en el hotel “El Vesubio”, para pasear se va en el tren a Puerto La Cruz y Guanta, y para atenuar el calor se compra un chinchorro de moriche por cinco bolívares. En abril comienza a dar clases a las hijas del Dr. Garroni. Sus gastos se reducen a nada. A veces “permanece hasta un mes con un bolívar en la faltriquera, sin gastarlo”. Admira la vida muy barata de Barcelona pero añora su familia. En mayo ya está de regreso en Caracas para no volver.
Los empleados del ferrocarril Guanta-Naricual (1899)Gallegos no es el único que disfruta el paseo por ferrocarril desde la estación San Felipe. Eso hacen los Rolando, los Adrián, los Garroni. No hay carreteras, hay que viajar por los caminos dejados por los españoles. Por un sendero pedregoso se sube a Pozuelos y desde allí, por entre montañas, se llega a Cumaná. A Maturín se va por la ruta de Bergantín.
Cuando ve los barcos que navegan entre Costa Firme y Margarita, al maestro Gallegos le parece demasiada aventura. Conocerá la Isla de Margarita en 1925, en el mes de la Virgen del Valle. Se aloja en la casa del Dr. Salvador Villalba Gutiérrez, su amigo boticario y escritor, a quien en Pampatar llaman Salvadorcito. Con la familia Villalba le unen muchos vínculos. Lucho, Salvador y Jóvito fueron sus alumnos –junto con Luis Beltrán Prieto– en el liceo Caracas. Para la época, Salvadorcito luce joven y enamorador. Los Villalba (y de Jóvito se puede escribir una novela) son famosos por los muchos hijos que han dado a Pampatar.
Catedral de Barcelona (1901) En la Barcelona que conoce Gallegos, el carbón de Naricual es la única referencia de explotación minera. Juan Vicente Gómez comenzaba a gobernar un país que venía del fragor de las guerras civiles, y Barcelona es gran ejemplo de los estragos de esas guerras. Muchas familias se extinguieron, otras huyeron hacia las Antillas y otras latitudes.
Gallegos se extasía oyendo historias del siglo XIX en la plaza Boyacá. La mejor referencia al pasado son los Monagas –presentes en el recuerdo de gente que los pudo conocer– y la Casa Fuerte, sometida a total saqueo después del sangriento asalto realista de abril de 1817.
“Del antiguo Convento no quedan tejas, ni nada del maderaje en puertas y ventanas. En la actual Barcelona hasta el glorioso pasado está en ruinas”, escribió en una de sus cartas.
Fotos: Henrique Avril / El Cojo Ilustrado / Augusto Hernández. Archivo Evaristo Marín