A los más de cuatro mil quinientos millones de años transcurridos desde el momento cuando, según estiman los expertos, este planeta comenzó a presentar las características que hoy lo definen, la humanidad conmemora el 22 de abril el Día Internacional de La Tierra en medio de una pandemia que obliga a sus habitantes a reducir al mínimo posible sus habituales actividades.
Desde distintos lugares de esta gran casa que alberga a ocho mil millones de personas, de acuerdo con cifras actualizadas de la ONU, se reportan y aseguran cambios en el comportamiento de los seres vivos entre los que destacan el acatamiento, por parte de la mayoría de los humanos, de las medidas de resguardo y la reducción a mínimos extremos de su quehacer habitual.
Tal pausa en la producción de bienes para la subsistencia de los pueblos pudiera traducirse en el incremento de algunas condiciones favorables a la vida del planeta, especialmente en lo que se refiere al mejoramiento de la calidad atmosférica, en contraste con los perjuicios económicos en la mayoría de los países afectados.
A través de las redes informativas y sociales se divulga cierta cantidad de informaciones relacionadas con el presunto mejoramiento del clima global que, sin embargo, han sido desestimadas por uno de los organismos internacionales con competencia en la materia, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) que, a través de un comunicado, ha sostenido que, pese a que los esfuerzos para controlar la pandemia de coronavirus han reducido la actividad económica y conducido a mejoras localizadas en la calidad del aire, “es demasiado pronto para evaluar las implicaciones para las concentraciones de gases de efecto invernadero que son responsables del cambio climático a largo plazo”.
Más aún, argumenta que “los niveles de dióxido de carbono en las estaciones de observación clave han sido, hasta ahora, más altos que el año pasado”.
De igual manera, en cuanto al comportamiento animal, a través de las redes y de portales como el Planeta Magnífico se aborda este aspecto mostrando gráficas de auténticas invasiones de animales que incluso llegan a atacar personas en busca de alimentos, como en el caso de España donde palomas se lanzan sobre gente que lleva bolsas de comida, así como de manadas de monos ocupando espacios de uso público.
También de la isla de Margarita, en el estado Nueva Esparta, se ha destacado la presencia de delfines en algunas de sus playas. Ambientalistas en distintos lugares, sin embargo, no dejan de admitir que tal situación tiene fundamento aunque no en las condiciones y proporción como en muchos casos se desean presentar.
La Tierra entre tanto mantiene su natural comportamiento, considerado por la mayoría de quienes se ocupan de su estudio como “cuerpo vivo”, cuyas fuerzas internas no dejan de expresarse en su permanente reacomodo. Y así se puede observar como en medio del cese mayoritario de la actividad humana el planeta mantiene la suya habitual a través de sorprendentes manifestaciones como la reactivación en Islandia de su volcán Reykjanes, tras 800 años de calma; con movimientos telúricos de menor intensidad en distintos países incluyendo a la cercana Colombia, y más recientemente con un fuerte sismo en Honduras.
Es la Tierra este gigante mayor sobre el que en esta fecha conmemorativa dirigen sus miradas los diferentes pueblos del mundo, para meditar sobre la importancia de atender sus mínimas exigencias y obligarnos a acatar sus leyes para garantizar su propia salud y con ella la nuestra como sus privilegiados ocupantes.
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