El oxígeno es vida y su ausencia es muerte. Así ocurre con la tolerancia dentro de las relaciones de pareja: si la construimos y mantenemos, la relación estará viva; y si no la construimos o la abandonamos, matamos la relación. Aunque me centraré en las relaciones de pareja, esta idea es aplicable para todo tipo de relaciones humanas.
La tolerancia implica respeto y aceptación de la individualidad y, por supuesto, la negociación en la toma de decisiones para que nadie se sienta pisado. Pero el problema con esta importante palabra surge de muchas fuentes. Por ejemplo, hay quienes no aprenden en casa sobre la tolerancia; otros tienen una autoestima disminuida y necesitan sentirse superiores, por lo que la tolerancia no tiene espacio; otras personas no tienen una buena gestión emocional y no sueltan episodios de rabia y en tal sentido, no creen que la otra persona merezca tolerancia por no haber sido tolerado en el pasado. También encontramos a muchos individuos que no se dan cuenta de la intolerancia y otros que no exigen sus derechos e individualidades por temor a estar solos, por baja autoestima o por poca conciencia de estar siendo “pisados”, entre otras razones.
Pero se preguntarán ¿cómo lograr una relación basada en la tolerancia? Parto de una premisa simple y completa: para una relación sana se necesitan dos personas sanas. Por lo tanto me enfocaré en dos puntos de vista: quien pide tolerancia y quien debe ser tolerante.
En el primer caso hay tres factores claves:
1) Buena comunicación, es decir, comunicar sin atacar, en el momento correcto, con el tono más amable posible, sin sacar “facturas” viejas y enfocándose con claridad y precisión en el aspecto que genera malestar, logrando así poner sobre la mesa las necesidades de uno y esperando que la tolerancia del otro haga su parte.
2) Buena gestión emocional, por lo que las rabias, tristezas y miedos estarían en su justa medida, nunca desbordadas o desproporcionadas y serían el indicador ideal de que se produzca la comunicación de eso que se siente.
3) Autoconocimiento al punto de no tener duda sobre lo que se puede negociar y sobre aquello que claramente no se puede negociar.
Por ejemplo, no puedo negociar que interrumpas mi horario de trabajo así que te pido que toleres que ese espacio es muy importante para mí. Sin embargo, podría tolerar que vayamos a la playa aunque no es mi lugar favorito.
Ahora me enfocaré en quien debe ser tolerante, pues también requiere de otros tres factores claves:
1) Saber escuchar el momento de expresión emocional de la pareja en el que está dando información vital, para que la otra persona se sienta respetada y a gusto. Esto implica no interrumpir, tener un lenguaje no verbal agradable y de apertura emocional, hacer preguntas al finalizar si hay dudas e incluso parafrasear lo escuchado para asegurar que se ha entendido.
2) Reflexionar sobre lo escuchado para no dar respuestas impulsivas porque se debe analizar si eso que se pide que sea tolerado es algo que efectivamente puede tolerarse según los valores personales.
3) Empatía para ser capaces de comprender cómo piensa y siente la pareja y analizar si esa empatía despierta las ganas de reducirle el malestar mediante la tolerancia.
Cierro con una idea en la que creo fielmente: en un mundo más tolerante, sufriríamos menos.