Gómez se le desapareció a la gripe española
Por Evarísto Marín: Los altos funcionarios le telegrafiaban las novedades oficiales, pero nada de audiencias ni apariciones en público
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Juan Vicente Gómez, caudillo militar de Venezuela por 27 largos años, lloró mucho la muerte de su hijo Alí Gómez a causa de la epidemia gripal de 1918, pero no es ningún cuento que el dictador estuvo ausente de su entierro y nunca más apareció en público hasta que cesó el peligro de contagio. 

En pocas semanas, esa famosa gripe mató a 25 mil venezolanos. Ante esa gran mortandad tuvieron que abrir fosas comunes en el Cementerio General del Sur, en Caracas.

Al Benemérito ni sus ministros lo pudieron ver por más de tres meses. Solo algunos familiares —y el Indio Tarazona, su enigmático guardaespaldas— podían acercársele. Recuérdese que Gómez no se quitaba los guantes ni para bendecir a sus nietos. Tampoco caminaba sin bastón desde que en la llamada Guerra Libertadora, en Carúpano, Doroteo Flores lo sacó de combate y lo puso a renquear, con un tiro de fusil, en 1902. Temeroso de la gripe, Gómez nunca apareció por los cuarteles ni anduvo pasándole la mano a sus vacas en los potreros cercanos a Las Delicias de Maracay.


Pacientes en el Hospital Vargas. Diario Independencia, 1918

Gómez reaccionó iracundo cuando supo que la gripe se había expandido hacia Caracas, desde La Guaira. El mismo día mandó a destituir y a meter preso al médico de sanidad por no haber alertado y aislado el puerto, al diagnosticarse los primeros casos, el 16 de octubre de 1918.

Ningún griposo debe llegar a Maracay, ordenó al presidente provisional Márquez Bustillos. La requisa era bárbara en el tren de pasajeros. Se prohibió la circulación de vehículos, pero esas gripes son muy difíciles de contener. En Maracay —en una de las casas del propio Gómez— su hijo más joven fue uno de los primeros en contagiarse. En muy pocas semanas, Alí Gómez falleció. Eso consternó al general y se extendió el pánico.


La peste llegó al Puerto La Guaira en octubre de 1918

Con más de veinte millones de víctimas fatales, entre 1918 y comienzos de 1919, la “gripe española”, como aún se le dice, provocó más muertes que la primera Guerra Mundial, desencadenada en Europa desde 1914.

“En España hay una peste mortal”, se propagó en los periódicos. Noticia muy falsa. El origen de esa gripe no es español. A esa nación llegó desde Gran Bretaña y Francia, países contagiados por unos soldados norteamericanos, enviados desde Kansas, para reforzarlos militarmente contra Alemania. Pero en tiempos de guerra se impone una fuerte censura a la prensa.


Los hospitales de NY estuvieron muy congestionados pero la eficaz atención médica redujo mucho el número de muertes

Como es fácil de suponer, en la Venezuela de comienzos de Gómez eran escasos los hospitales, los médicos y las medicinas. En Carúpano y Cumaná pocas las camas hospitalarias, y en Margarita ni hospitales teníamos. Todavía no funcionaba ni el de Punda. Por lo tanto, esa mortal epidemia debió enfrentarse con remedios caseros y algunos fármacos contra la tos y otras enfermedades respiratorias, casi siempre llegados de Trinidad.


Un arduo trabajo hicieron las enfermeras de San Luis, Missouri

Mi madre, Chon Marín, recordaba haber visto a muchos con escapularios de alcanfor en el cuello. “Contra esa peste tómate un ron con limón y te encomiendas a la Virgen del Valle. Si no te curas, lo más que puede ocurrir es que te mueras”, cuentan que aconsejaba, en el Valle de Pedro González, con muy sarcástico humor, el maestro Crispín Quijada.



Fotos: Archivo Evaristo Marín