Pregunten a un grupo de jóvenes si conocen cómo funciona su ciclo menstrual o, mejor aún, si reconocen signos en su cuerpo que les den indicios sobre su fecha de ovulación. Y para no dejarlo solo en las chicas, pregunten a un joven si conoce la velocidad a la que viajan sus espermatozoides. No lo saben porque en fertilidad todo lo damos por sentado. Y solo cuando llegue el momento veremos qué hacer.
También desde casa nos instauran ese chip de que tan solo con dejar caer una moneda que sostengas con las rodillas quedas embarazada. Y resulta que es más habitual de lo que se dice el embarazo que no se da. Y esto no hace más que programar nuestro cuerpo con miedo.
Hoy por hoy el empoderamiento femenino lleva a que cada vez se postergue más la maternidad. En condición de pareja alcanzar las condiciones socio-económicas ideales también lleva a retrasar ese capítulo. Todo eso causa que, ya por encima de los 37 años, se deban consultar expertos cuando ni siquiera se han estudiado previamente las opciones para preservar la fertilidad. Porque se tiene la falsa creencia que se puede lograr en el momento en que se desee, y esto sucede por la inmensa desinformación que tenemos sobre nosotros mismos.
Lo primero que debe saber una pareja, y atención, muchísimo antes de empezar a ver si el embarazo se retrasa, es saber cuál es el índice de fertilidad de ambos. Es decir, cuáles son las probabilidades de embarazo de la pareja cada mes. Las posibilidades que tienen los dos, insisto. Y el grado de fertilidad es como el grado de simpatía. Todo el mundo tiene uno, solo que pocos buscan conocerlo.
La pareja debe informarse de todo, cuanta más información se tenga más manejable y menos angustiante se hace el camino. Es muy triste que una pareja se pierda el viaje más bonito de sus vidas por no manejar a tiempo la información adecuada y oportuna. Soy de las que piensan que mientras más información manejemos más acertadas serán nuestras decisiones.
Conocer nuestro cuerpo y el funcionamiento del organismo, entendiéndonos como seres con cuerpo, alma y espíritu, es el primer paso para avanzar hacia una sana maternidad.
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