La alimentación emocional de los más jóvenes
Por Mariangel Paolini: Es importante explorar si nuestros hijos han variado su forma de comer debido a los cambios recientes
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De acuerdo con la Dra. Julie Lumen, profesora de pediatría de la Universidad de Michigan y que estudia el comportamiento alimentario de los niños, "la alimentación emocional en la infancia parece deberse al entorno, al modelado de los padres”. En pocas palabras, volvemos al rol modelador de los padres y de los adultos influenciadores en casa.


Veamos un poco más de cerca lo que ha ocurrido con la rutina de nuestros hijos durante los últimos meses:

  • Las rutinas como ir al colegio o a la universidad y las actividades extracurriculares se vieron interrumpidas abruptamente, ahora ocurren en el entorno virtual y esto sin duda está en desarrollo.
  • Los alimentos que de manera cotidiana están presentes en casa pudieron variar en atención a los nuevos patrones de compra o a las posibilidades económicas actuales del núcleo familiar, quizás ahora hay más comida disponible (y eso es un invitación a comerla) o, por el contrario, hay una marcada escasez.
  • La presencia durante todo el día de los padres y los adultos influenciadores y los cambios en sus rutinas (por teletrabajo o por estar sin empleo). Esto puede ser difícil de entender, pues aún estando en casa no están disponibles para ellos.
  • La imposibilidad de visitar a los abuelos o a los familiares que no viven en casa, el conversar con ellos (si es posible) a través de los dispositivos móviles y los efectos de la brecha generacional.

Lo cierto es que el común denominador es que las rutinas cambiaron y esas variaciones son detonadores de situaciones estresantes.


¿Qué podemos hacer para acompañarlos durante este proceso?

Si crees que tu hijo está comiendo diferente y sospechas que es por razones emocionales, lo primero que te invito a explorar es si tú has estado experimentando ganas de comer por las mismas razones. Aunque no lo creas, los chicos son capaces de identificar estos patrones rápidamente, y los repetirán aun cuando no necesariamente se sientan estresados en ese momento.

Si como consecuencia de este comportamiento los chicos son reprimidos y castigados, eso sí generará una sensación de estrés y culpa, lo que sin lugar a dudas estimulará el comportamiento de comer por estrés.

De igual manera, es clave abrir espacios de conversación donde les ayudemos a comprender lo que está pasando (en palabras sencillas y adaptadas a su capacidad de comprensión), sin subestimar su capacidad para darse cuenta de lo que ocurre a su alrededor y ayudándolos a gestionar sus miedos y frustraciones sin minimizarlos o anularlos.

Eso significa, por supuesto, ayudar a los niños a hacer lo que muchos de nosotros mismos tenemos problemas para hacer: la autogestión emocional.

En el caso de los adolescentes, es importante dosificar el grado de “control” que se impone a sus hábitos de alimentación, ten en cuenta que ellos son especialmente frágiles en su relación con la comida, especialmente si están preocupados por el tamaño y forma de sus cuerpos.

De hecho, esta convivencia con tus hijos adolescentes puede ser una oportunidad para mirar sus hábitos de alimentación y reconocer algo que no esté bien. Quizás ahora puedas darte cuenta de si comen en secreto en su habitación, si comen mucho menos de lo habitual (o lo que tengas en mente que es “normal” para ellos), si hay respuestas obsesivas ante algunas comidas e incluso si están evitando comer o pasando mucho tiempo en el baño después de hacerlo.

Si logras reconocer alguno de estos comportamientos, mantén la calma y abre un espacio de conversación para explorar con detalle que está sucediendo. Y si te reconoces con alguna de estas conductas, quizás debas explorar también la posibilidad de pedir ayuda profesional.

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