Los abuelos son una parte esencial de la estructura familiar actual. Gracias a los avances de la ciencia y la medicina hoy en día viven mucho más y con mejor estado de salud por lo que se convierten en una inestimable presencia dentro del hogar.
Para la vida de los niños constituyen un pilar fundamental pues aportan sabiduría, valores y muchísima experiencia, además de mucha ternura y algo de complicidad.
Y para sus hijos ellos son un apoyo invaluable pues en la mayoría de los casos ambos deben trabajar fuera del hogar y pueden contar con la certeza de que dejan a los nietos, sobre todo si son pequeños, en muy buenas manos.
Cuando se inició la actual pandemia se anunció que las personas mayores eran las de mayor riesgo y mucho se rumoró que en algunos países los dejarían morir para salvar a la población más joven. Ese asunto trajo tal controversia que el tema rápidamente desapareció de los titulares mundiales.
Afortunadamente, luego de esas terribles noticias, aparecieron los mensajes defensores que valoraban que sin ellos nosotros no estaríamos aquí.
Tomando en consideración que la edad promedio actual del ser humano es de 72 años (70 para los hombres y 75 para las mujeres), se puede deducir fácilmente que los abuelos actuales están aquí desde aproximadamente la mitad del siglo pasado.
Haciendo una abstracción podríamos calcular que empezaron a trabajar a mediados de los años 60, cuando la Humanidad trazó un giro de 180 grados en las costumbres socioculturales. En el caso de que sean mayores (los abuelos que hoy tienen 80 años) se podría decir que vivieron su juventud durante el conflictivo período de la posguerra.
Esos otrora jóvenes pasaron por tiempos de creación, inventos, revoluciones, luchas por derechos civiles, pero especialmente por tiempos de construcción, y no solo de concreto y hormigón, sino también de valores inmateriales como la solidaridad, el altruismo, el conocimiento y la preservación de todo aquello que represente una cultura. En general fundaron los cimientos para la sociedad moderna que hoy disfrutamos.
Y no hay que dejar de mencionar que, a las puertas de la era tecnológica que vivimos hoy, ellos tuvieron que aprender a manejar desde una rudimentaria máquina de escribir a una computadora… o por lo menos un celular. Concepto que resta toda veracidad a la infeliz frase que afirma que “los viejos no saben nada”. Al contrario, es increíble la inteligencia que han desarrollado a lo largo de sus vidas.
Toda esa amplia experiencia fue transmitida a sus hijos, y con suerte la pueden heredar sus nietos. Si cometieron errores dejaron lecciones y si hubo aciertos tal vez hasta dejaron fortunas. En cualquiera de los casos ha sido un legado extraordinario.