La berenjena es una hortaliza de origen muy antiguo. Referencias escritas la sitúan en el sudeste asiático, específicamente al norte de la India, China y Birmania, en los alrededores del 2000 a.C. Los comerciantes árabes la llevaron al norte de África y de allí pasó a Europa, en la Edad Media, por vía de la España musulmana desde donde llegó a América durante la colonización.
Tal vez por desconocimiento de cómo cocinarla, durante los primeros siglos de su llegada a Europa la berenjena tuvo muy mala reputación pues causaba problemas digestivos, por lo que hubo un tiempo en que la planta era utilizada como un adorno decorativo y exótico.
Ciertamente la berenjena cruda tiene gusto desagradable y es ligeramente tóxica ya que contiene una sustancia alcaloide denominada solanina que puede ocasionar dolor de cabeza y malestar gástrico (solo si se consume cruda).
Más tarde, ya incorporada a la gastronomía, se descubrió que además de sus aportes en nutrientes y minerales, la berenjena reduce los niveles de colesterol y glucosa en sangre, y estimula el sistema inmunológico por su alto contenido en antioxidantes.
También es aliada de las dietas por ser muy baja en calorías, por sus condiciones diuréticas y porque produce sensación de saciedad lo que ayuda a evitar tentaciones menos saludables.
Ingredientes
2 berenjenas
5 ó 6 gotas de jugo de limón
1 ajo mediano
1 cucharada de aceite de oliva
Sal al gusto
Preparación
Pelar las berenjenas. Para ello se punzan con un tenedor por el tallo, se colocan sobre el fuego de la hornilla y se les va dando vueltas para asarlas. Luego se ponen a refrescar. A continuación se procede a quitarles la piel sin dejar rastros.
Ya peladas se pican en trozos y se licúan con el resto de los ingredientes hasta hacer una mezcla cremosa.
Esta crema es ideal para untar panes, galletas, casabitos, y servir a la hora de la merienda. También funciona como acompañante de otros vegetales.
Puede reservarse en la nevera en frasco de vidrio hasta el momento de consumirla.