Los resultados del estudio desarrollado por el Instituto sueco de Alimentos y Biotecnología (SIK) a pedido de la FAO, sugieren que alrededor de un tercio de la producción de los alimentos destinados al consumo humano se pierde o desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a aproximadamente 1.300 millones de toneladas al año.
En los países de ingresos altos y medianos los alimentos se desperdician de manera significativa en la etapa de consumo, es decir que se desechan aún siendo aptos para el consumo.
En los países de bajos ingresos se desperdicia un poco menos y, aun así, las pérdidas durante las primeras etapas de la cadena de suministro son significativas, en especial porque la mayoría de los pequeños agricultores carecen de tecnologías para mejorar sus procesos y viven al margen de la inseguridad alimentaria.
Cuando se pierden o se desperdician los alimentos también se malgastan los recursos utilizados para producirlos, incluidos el agua, el suelo, la energía, la mano de obra y el capital invertido.
Por otra parte, todo el desperdicio alimentario termina en los vertederos de basura, generando el aumento de los gases con efecto invernadero que aceleran el cambio climático.
Para poner fin a la pérdida y al desperdicio alimentario es necesario articular modelos de producción innovadores que maximicen el rendimiento de las inversiones así como también educar al consumidor para optimizar el consumo y generar consciencia.
No hay que desechar las sobras: siempre sirven como ingredientes para otros platos Este ha sido un año de grandes retos, nadie estaba preparado para lo que el Covid-19 generó, así que estoy convencida de que podemos aprovechar esta oportunidad para adoptar un enfoque diferente a la hora de consumir los alimentos.
Si quieren aprender a reducir las pérdidas y el desperdicio en casa, los invito a agendar una sesión de Food Mentoring a través de mi correo: hola@cocinasegura.com