Sobre los orígenes del café se han escrito infinidad de historias, fábulas, anécdotas. Algunas muy detalladas y fundamentadas, otras colmadas de fantasía y mucha imaginación. Y es natural que así sea porque el café también es todo eso.
La planta del café (cafeto) es originaria de los bosques etíopes de África Central. Una famosa leyenda refiere que un pastor de nombre Kaldi observó que sus cabras comían unos frutos rojos provenientes de esta planta y posteriormente se tornaban muy activas y animadas; muy extrañado el pastor recogió muestras del arbusto y lo llevó donde unos imanes para pedir su opinión, estos hicieron una infusión con los frutos y las hojas y resultó un brebaje imposible de tomar. De alguna forma el cazo que contenía la infusión se derramó en el fuego y los granos al tostarse esparcieron su aroma, de esta forma se pudo sentir por primera vez la fragancia del café.
Dependiendo de la variedad botánica a la que pertenezcan, las plantas presentan características morfológicas diferentes. Aquí la coloración propia de las hojas del Híbrido Caripe
El descubrimiento se extendió por toda la península arábiga y fue allí donde recibió la más cálida y también controversial bienvenida. Más adelante, durante el siglo XV, su consumo se esparció con las invasiones musulmanas a Egipto, Persia, África y Turquía. Es en esta última, durante el imperio Otomano, donde se abrió la primera cafetería. Fue en 1475.
Existen registros de que su llegada a Europa debió ocurrir por los años 1600 propiciada por las invasiones otomanas. De Europa fue a América en 1723 y llegó a Santo Domingo y Martinica desde donde, en 1730, arribó a Venezuela.
Se conoce que las misiones españolas lo sembraron por las riberas del río Caroní. De aquí fue llevado a Caracas a finales del siglo XVIII y es en Chacao, en la hacienda La Floresta, propiedad de Bartolomé Blandín y San Felipe Neri, donde se sembró por primera vez. Su diseminación continuó hacia el oriente del país, auspiciada por las misiones religiosas de los Capuchinos aragoneses, y de allí al resto de las regiones cafetaleras de Venezuela.
Diferentes momentos de maduración del grano, en el centro la importante fase de tostado
El café poco a poco desplazó al cacao como principal producto de exportación y Venezuela llegó a ocupar el tercer lugar entre los principales países exportadores hasta 1985. En esos tiempos produjo entre el 15% y 16% del café lavado suave del mundo. Su cultivo en nuestros pueblos modificó para bien las estructuras socioeconómicas de la época.
Poblaciones cafetaleras como Caripe, en el estado Monagas, llegaron a desarrollar toda su economía en torno a la producción de café. En esos años parte del beneficio económico producto de la exportación se reinvertía en las plantaciones. Fue así como en 1956 se creó el Núcleo Cafetalero No. 5, dirigido por mi padre, el ingeniero agrónomo Gustavo Buonaffina, especialista en café y graduado en Brasil, desde donde trajo todos los conocimientos técnicos que logró implementar junto a un pequeño grupo de extensionistas. Este proyecto abarcaba los estados Sucre, Monagas y Anzoátegui.
Con asistencia técnica directa a los productores, hasta en las zonas más remotas se les entrenaba en las prácticas agronómicas más avanzadas de la época y se integraba a toda la familia caficultora en los planes educativos. Se les enseñaba cómo procesar el café y aprovechar al máximo la potencialidad de las fincas con cultivos alternos que hacían sustentable la actividad, ya que el café es un cultivo que se cosecha una vez al año en nuestro país y, durante el resto del año, cultivos alternos como naranjas, cambures y hortalizas generaban sustento a las familias caficultoras haciendo sostenible la actividad.
Con ese programa se logró fomentar el vivero más grande de plantas de café que se haya realizado en Venezuela hasta la fecha. Esas plantas eran enviadas desde Caripe hacia todos los estados incluidos en el Núcleo Cafetalero.
Desde esos gloriosos años la actividad ha venido declinando como respuesta a múltiples factores entre los que podemos mencionar la falta de asistencia técnica en las fincas y la escasez de todo tipo de recursos indispensables para la producción de café de calidad. La realidad de nuestro café refleja el momento que atravesamos en el país.
Pero nuestros caficultores son personas de gran fortaleza y convicción, aún con el viento soplando en otra dirección se están logrando cosas que animan a persistir en recobrar el brillo de otros tiempos.
Ing. Gustavo Buonaffina Parra seleccionando ejemplares del Híbrido Caripe, variedad que él mismo identificó y bautizó en 1956
Una experiencia sensorialTengo la dicha de pertenecer a la cuarta generación de una familia productora de café en Caripe y desde que nací he vivido rodeada de cafetales y de toda su actividad. Mi padre, que es mi mayor influencia y referente, identificó una variedad de café en el año 1956 que bautizó con el nombre de
Híbrido Caripe. Él ha dedicado toda su vida al estudio, cultivo y docencia del café.
Vivir el café desde el grano a la taza es una experiencia que me ha llenado de inmensa pasión por su estudio y su valoración, me enfoco en su aspecto sensorial donde encuentro un mundo de experiencias maravillosas que vale la pena mostrar a todos los amantes de esta bebida, con mucho énfasis en las personas que intervienen en su producción; de esta forma, entendiendo y analizando el grano en su profundidad sensorial, se pueden hacer mejoras y ajustes en los procesos que conllevan al aumento y preservación de su potencial.
El sabor del café es uno de los más complejos que se pueden encontrar en un alimento. La formación de su química natural interna es determinante en su expresión en la taza: la forma como es procesado, la calidad del suelo, el clima, su almacenamiento, el transporte y el diseño del tueste al que es sometido el grano hasta su preparación, van dejando huellas en su sabor. Y es por esta razón que un análisis sensorial en cada una de esas etapas es de vital importancia para asegurar su calidad final.
Decididos y dedicadosEn toda la cadena de producción tenemos gente decidida y dedicada a trascender este momento y así lo demuestran. En ciudades como Maracaibo y Caracas el café está despertando ánimos e interés por su cultura.
En el país tenemos productores comprometidos como Juan Carlos Mujica de @deepcoffee en Lara, Carlos Malavé en Caripe; buenos tostadores y comercializadores como Luis Savignano de @sevignanocafe, Café Río Claro, René Orellana en Caracas, entre otros, están haciendo un trabajo admirable; especialistas
Q Graders, como Raúl Martínez, conocedor al dedillo de los procesos para producir café de altísima calidad; investigadores como Darveris Rivas, @lacoffeeteacher, entre tantos otros que no alcanzo a mencionar, destacan por su dedicación y compromiso con el café venezolano.
El barista tiene la responsabilidad de lograr la mejor extracción y ofrecer en la taza toda la magia que ofrece un buen café
Igualmente nuestros baristas, que son la cara más cercana al cliente, embajadores y promotores de todo el trabajo que se expresa en la taza, necesitan una aproximación a las fincas, a los productores y a los procesos para que de esta manera su técnica de preparación se vea enriquecida y poder transmitir al cliente toda la pasión y el trabajo que hace posible esta bebida.
Personalmente considero que solo con calidad en nuestro café lograremos las diferencias que nos permitirán recuperar ese brillo que hemos conocido. Hay potencial humano, variedades bien adaptadas, suelos fértiles, excelente clima. Todo eso, implementado dentro de procedimientos técnicos y cuidando con esmero cada eslabón de la cadena de producción, hará la gran diferencia. Ese debe ser nuestro norte porque hay mucho por hacer y estructuras de comercialización que urge revisar y mejorar radicalmente.
Es importante despertar el interés de los consumidores porque clientes bien informados exigirán buena calidad y de esta forma toda la cadena productiva se verá obligada a ofrecerla.
El café ha sido siempre un generador de ideas, promotor de tertulias y motivador de ánimos para crear y compartir criterios. Siento que planificar e implementar mejoras sustanciales en su calidad es la mejor manera de honrar su día.
Hagamos que el café venezolano recupere el sitial de honor que merece por su calidad y de esta forma se vuelvan a sentir en el mundo las notas aromáticas y de sabor del café de un país que vuelve a florecer.
¡Feliz día, mi adorado café!
Yndira Buonaffina en Instagram: @yndirabuonaffina