La vida está compuesta de ciclos, etapas y momentos, unos más suaves o agradables que otros. Cada uno de ellos representa la oportunidad de aprender, crecer y madurar esencialmente. A través de cada una de estas experiencias podemos reflexionar y reconectarnos con nosotros mismos y con las herramientas y fortalezas que están guardadas en nuestro interior. Al mismo tiempo, la dificultad que enfrentamos nos lleva a sentir la presencia de Dios, a reafirmar nuestras creencias, a rescatar el valor de los afectos y a movernos hacia la solución y el cambio de la situación que enfrentamos.
Ábrete al proceso de aprender y recuperarte, toma el tiempo necesario para reflexionar y definir qué puedes aprender de lo que estás viviendo. Cuando no lo hacemos, el dolor se convierte en resentimiento, tristeza profunda, impotencia, rebeldía o depresión dentro de nosotros.
No te dejes vencer, ¡ánimo, recupera la confianza! Deja de pensar en lo que ocurrió porque ya pasó y no puedes cambiarlo, pero sí puedes afrontarlo y superarlo de la mejor manera posible en el presente. ¡No pierdas la fe ni te sueltes de la mano de Dios! Las experiencias difíciles son las que más nos enseñan y podemos superarlas y crecer a través de ellas.
Siempre podemos volver a empezar, y hacerlo con más fuerza, entusiasmo y determinación.
Herramientas para lograr un nuevo comienzo
Soltar el pasado. Mientras más le des vuelta en tu mente al recuerdo de lo que sucedió, más difícil te resultará superarlo y por más tiempo te acompañará el dolor. Soltarlo significa dejar ir el recuerdo triste y doloroso al que todavía estamos amarrados a través de la memoria. Utiliza el perdón si fuese necesario para sanar y suavizar tu situación.
Buscar y resaltar lo positivo. Suavemente gira tu mirada hacia todo lo bueno, lo importante y lo positivo que también ocurre en este momento de tu vida. Abre una ventana desde adentro para que el calorcito y el amor de las personas que te quieren y te acompañan entren y te suavicen la experiencia. Déjate acompañar y apoyar, especialmente por aquellas personas cuya experiencia o conocimiento del tema te puedan brindar el apoyo o la orientación que necesitas. Retoma lo positivo y envuélvete en esa energía.
Conectar con tus fortalezas. ¡Recuerda que no estás solo! La presencia de Dios dentro de ti te acompaña en todo momento. Para recuperar la paz y la confianza, ora, lee libros de contenido positivo, escucha hablar a personas que te contagien su entusiasmo, paz y fortaleza. Practica la contemplación o la meditación para encontrar en el vacío de tu mente y la relajación de tu cuerpo el descanso necesario para recuperar la salud mental y emocional que necesitas. El Señor solo quiere tu bienestar, felicidad y crecimiento.
Mantener una actitud positiva. Deja de darle vueltas en tu cabeza a todo lo que imaginas que puede llegar a ocurrir de la peor manera y más bien ponte a hacer todo lo que está en tus manos para resolver y mejorar la situación que enfrentas. Escribe afirmaciones positivas con frases de valor, fortaleza y optimismo, y repítelas varias veces al día, especialmente cuando te sientas decaído.
Fortalecer tu estima. La autoestima es el sentimiento de aceptación y cariño hacia uno mismo, el valor que nos damos como seres humanos. Esta se refleja en la confianza que tenemos en nuestras cualidades y talentos, en la capacidad de establecer límites justos en relación con otros. Se refleja también en la voluntad que tengamos para reconocer y perdonar nuestros errores y en hacer todo aquello que nos haga sentir bien y que nos ayude a adquirir hábitos saludables y positivos.
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