Los sombreros panamá no son panameños, son andinos de recio abolengo cordillerano. Siempre han sido tejidos en Ecuador y se empezaron a conocer con su actual nombre desde comienzos del siglo XX, cuando fueron exportados por millares para proteger del abrasador sol tropical a los trabajadores del Canal en construcción, en el istmo de Panamá, para unir en un corto trecho de navegación a los océanos Atlántico y Pacifico. Su peso muy ligero, su ala ancha y su bajo precio fueron algunas de sus ventajas.
En Montecristi, Ecuador, es fácil comprar el clásico panamá directamente en los talleres donde los elaboran
Hoy en día, el de panamá es un sombrero muy costoso. En Ecuador es difícil conseguirlo por menos de 15 o 20 dólares. Eso cuesta el más sencillo. Los hay de hasta 400 o más dólares, de 30 o 32 fibras por pulgada, y su elaboración puede tomar hasta dos y tres meses de trabajo. Los de fibra más fina y flexible, en el caso de que eventualmente se lleguen a mojar o enrollar, jamás van a perder su forma original.
Grandes presidentes como Theodore Roosevelt y Rómulo Betancourt, el ex primer ministro británico Winston Churchill, el actor Humphrey Bogart, el cantante Frank Sinatra, los escritores Ernest Hemingway y García Márquez y el recordado jefe de la mafia de Chicago, Al Capone, están entre quienes popularizaron su uso. Los trajes de dril blanco y los sombreros panamá siempre fueron muy notables en el atuendo diario de Betancourt.
Históricamente se tiene como muy cierto que en los comienzos del siglo XX, el héroe nacional y figura emblemática, Eloy Alfaro, ayudó a financiar su revolución liberal en Ecuador a través de la exportación de estos sombreros.
Tejido con paja toquilla o
Carludovica palmata, con hojas trenzadas a mano, los más finos sombreros de panamá se elaboran en Cuenca y Montecristi, localidad esta última donde se comercializan a mejor precio que en cualquier otra zona de Ecuador. Montecristi está muy cerca del puerto ecuatoriano de Manta, en la costa del océano Pacífico.
El presidente Rómulo Gallegos, junto a su homólogo Harry Truman, en su visita a Washington (1948)
Por algún tiempo existieron vuelos directos entre la Barcelona de Venezuela y Manta. En esa localidad portuaria, tan plana y marinera como Cumaná y nuestra Puerto La Cruz, los norteamericanos tuvieron una base aérea militar hasta la llegada de Rafael Correa a la presidencia de Ecuador. En esa zona del Pacifico se llegaron a pescar mantarrayas de hasta 2 toneladas de peso. A eso se debe su nombre.
Con mi hijo Rommel, su esposa, Liseyda Ríos, y un grupo de amigos, tuvimos oportunidad de conocer en Montecristi, en 2014, uno de los talleres donde se elaboran y se venden sombreros para hombres y mujeres –incluso niños–, de todos los gustos y colores. Algunos de ellos muy vistosos y tejidos con la misma palma que se utiliza para el clásico panamá que va invariablemente de color blanco y con cinta negra.
Montecristi posee un templo de una belleza esplendorosa y su antigua estación de ferrocarril, sobre una meseta andina, es precioso de admirar. Desafortunadamente sus calles principales están invadidas por ventorrillos de todo tipo, donde se pueden comprar franelas, ropa interior, medicinas, manteles, paños y pañuelos, artesanías, joyas y, si se quiere, hasta comer lo que guste, pero difícilmente se consigue espacio para pasear. Aquello, según contaron algunos lugareños, hace mucho tiempo que dejó de ser una tranquila ciudad para convertirse en un gran mercado al aire libre.
En Ecuador son muchos los sombreros que se fabrican con la misma fibra con que se elabora el original
Un sombrero que necesita de muchos cuidados
Si usted desea conservar la forma original de su sombrero panamá es mejor evitar doblarlo o enrollarlo. La paja toquilla de la que está tejido mantiene mucho mejor su flexibilidad natural mientras no se ponga a secar al sol porque si la fibra se seca, se parte. Guarde su sombrero en una habitación aireada. Lo que se aconseja en el caso de mojaduras (digamos, lluvia) es secarlo en la sombra, no expuesto al sol.
Se recomienda no tener los sombreros doblados por más de 48 horas, ya sea en maletas, equipajes o cajas de madera pequeñas. Lo óptimo es tenerlos en cajas holgadas, bolsas grandes, colgados o simplemente en la cabeza.
Si el sombrero se llega a manchar o ensuciar levemente, una buena manera de limpiarlo es con un borrador de lápiz. Nunca con agua o con alcohol.
Fotos Archivo Evaristo Marín