Julián Santana Es la esencia pura del Junko Golf Club
El jugador esgrime orgulloso su condición de emblema incombustible del icónico club capitalino
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Julián Santana se mantiene fiel a su terruño natal, el cual es su zona de confort, rodeado de densa vegetación, fresco clima, apartado del bullicio que sólo violenta el graznido de las aves en épocas de apareamiento.

Y es que Julián no se ha separado de El Junko desde que nació allá por 1954. Creció en la hacienda La Faltriquera con el aroma del café de sus molinos y los sueños de niño, de ser grande algún día.

En ese contexto veía a sus hermanos mayores, que tras abrigarse adecuadamente, acudían diariamente a las praderas del Junko Golf Club a realizar diversos trabajos. José fungía como caddie y Ramón trataba de domar el impetuoso follaje con su guadaña.

Un día de 1965, con once años a cuestas, Julián y su otro hermano Pablo decidieron visitar a José, conocer su trabajo, en qué consistía. Y allí comenzó todo.

“Una vez en el campo, se presentaron dos señores que necesitaban caddies y José les dijo que nosotros estábamos dispuestos, que no teníamos experiencia, pero sí fuerza y disposición para cargar la bolsa de palos. Y así lo hicimos. Luego del recorrido los señores nos dieron seis bolívares para cada uno, que en esa época era plata. Nos compramos un sándwich y un refresco y todavía nos quedó 4,50 para llevar a casa”, recuerda Julián con un dejo de nostalgia.

Pero la historia no terminó allí. “Mi papá (Pantaleón), al llegar a la casa contentos y con dinero, nos ‘cuereó’ tras preguntarnos qué hacíamos con tanta plata y de dónde la habíamos sacado. Tras aclararse la situación, todo se calmó y regresamos cotidianamente al club”.

En efecto, de allí en adelante las visitas al Junko GC fueron constantes y Julián pudo adentrarse ‘in situ’ en los sueños del visionario Carlos Eduardo Brigé, creador de El Junquito y amante del golf, quien ignorando las recomendaciones de ingenieros y topógrafos, insistió en llevar la disciplina a esos indómitos e irregulares prados sobre los 1.500 metros de altitud, en medio de una urbanización única por sus paisajes y clima.

Recuerda Julián Santana que la creación del campo de golf fue un gran desafío que se planteó el señor Brigé, quien tuvo que escribirle incluso a la Asociación de Golfistas Profesionales de Escocia para que le recomendaran a alguien capaz de diseñar la cancha, y así surgió el nombre de Jimmy Wilson, quien construyó los primeros 9 hoyos que se pusieron en funcionamiento en 1951.

“Por supuesto que cuando yo nací el campo estaba listo para disfrutarlo y así lo hice, aunque reconozco que inicié tarde en el golf”.

Conexión fulminante
Recuerda Julián que con once o doce años comenzó a golpear pelotas desde el patio de su casa hacia los verdísimos campos del club. La conexión fue inmediata y fulminante, tanto así que el golf no se apartó nunca de su vida.

“Mi hermano Ramón, que trabajaba desmalezando el campo, conseguía numerosas pelotas entre los escondrijos de raíces, matas y musgo, las colocaba en su morral y las llevaba a la casa. Y yo las tomaba para practicar mi swing con un hierro que también era suyo. En un momento determinado fue a buscar sus pelotas y vio que la cantidad no era la que había calculado, descubriendo mi travesura. Me dijo que no las agarrara más, ya que él las vendía para así tener otra entradita adicional. Tomó el morral y lo escondió en lo más alto de un cuarto de la casa, pero yo lo descubrí y seguí pegando pelotas”, dijo.

Así, poco a poco, fue adentrándose en la disciplina, primero cargando palos y luego practicando al lado de Oswaldo “Uva” Martínez, quien era uno de los caddies emblemáticos de El Junko.

“Jugábamos y practicábamos los lunes, siempre bajo los consejos de “Uva”, a quien incluso le serví de caddie en un torneo que se hizo en el Country Club. Luego, el profesor Perfecto Miartus, al ver lo largo que yo golpeaba, se encargó de mi técnica. Por cierto que Perfecto Miartus fue el ganador del primer ProAm de El Junko y yo fui su caddie entonces”, recuerda orgulloso.

Primeros triunfos
Dotado de un talento innato, el novel Julián Santana empezó a cosechar triunfos en los nacionales de caddies y a ser considerado como un sólido prospecto por la Federación Venezolana de Golf.

En este sentido fue seleccionado para representar a Venezuela en el Mundial de Golf que se celebró en 1973 en España, al lado del mismísimo Ramón Muñoz, emblema de la disciplina de esos tiempos.

“Mi papá tuvo que dar su autorización firmada para poder viajar y así tuve mi primera experiencia internacional en Málaga, y nada menos que con Ramón”.

Entonces paseó con gallardía y sin falsas modestias su juventud y potencia. “Muchacho al fin, en España me lucí en el Driving Range que tenía una altísima malla que daba al hoyo 16. La mayoría de los jugadores pegaban contra la malla, mientras que yo pasaba las pelotas por encima, para asombro de los presentes”.

Pero lo mejor estaba por venir. Debido a su performance y notable desarrollo, el joven Julián Santana fue seleccionado de nuevo para representar al país en el Mundial realizado en Palm Springs, California, en 1976.

“En ese Mundial compartí amigablemente con el señor Kei Yamamoto, representante de la Federación Japonesa de Golf, quien me prometió que si terminaba entre los primeros 20 jugadores en la clasificación me llevaría a Japón a promocionar un vino que era producido, procesado y comercializado por su hermano. En Palm Springs jugué muy bien, al punto que hice una ronda de 71 golpes para superar a Jack Nicklaus quien consiguió 72. Al final finalicé en el puesto 14 y gané así el viaje a Japón”.

En el año 1977, con apenas 23 años, Santana no solo viajó a Tokio para ser emblema (trajeado de liqui-liqui) del famoso vino Hakushika, sino que jugó una gira asiática que incluyó Filipinas, Hong Kong, Bangkok, Indonesia, Malasia, India, Taiwán, Corea del Sur, Singapur y, por supuesto, Japón.

“En el Mundial de Palm Springs jugué muy bien, al punto que hice una ronda de 71 golpes para superar a la leyenda Jack Nicklaus, quien consiguió 72”

“Fue una agotadora gira de cuatro meses, que tuvo un final inesperado, ya que una vez que regresé al país un sábado, me llamaron al Junko porque faltaban dos torneos en Osaka y Nagoya, por lo que tuve que regresarme a Japón el lunes siguiente”.

En total fueron cinco mundiales los que jugó Julián Santana, pero tiene en su memoria un sitio muy especial para la Copa disputada en Palm Springs en ese año 1976, ya que le brindó la oportunidad de viajar a Asia y ser reconocido como embajador de Hakushika.

También atesora siete títulos en el ProAm de El Junko, un nacional de Profesionales, el Abierto de Izcaragua, pero una cosa que le llena de orgullo es que en cada club que le tocó jugar implantó récords que todavía son recordados.

“Me encantaba el Maracaibo GC ya que contaba con cuatro pares cinco que eran particularmente retadores para un pegador como yo”.

“Fuimos al desempate y había mucha brisa, por lo que no me fui directo, sino que golpeé a un lado de la bandera. La pelota cayó en el green y rodó directamente hacia el hoyo”

Vigencia del gol
Julián Santana es de los que piensan que el golf en Venezuela tiene mucho futuro, habida cuenta de que existe una sólida generación emergente de jugadores, entre los que mencionó a Diego Neira, Luis Martínez y al niño Misael Castillo, a quien le ve un gran potencial.

“La Federación Venezolana de Golf ha hecho un gran trabajo con las categorías menores en un momento país bien complicado, donde ha podido sacar selecciones al exterior. Esos niños y jóvenes estarán en capacidad de estudiar en universidades de Estados Unidos, donde terminarán de formarse, de desarrollar su potencial. Particularmente en El Junko tenemos una escuelita con unos 30 niños entre hijos de los socios y miembros de la comunidad”.

Hoyo en uno
Entre los triunfos que más recuerda, Santana escoge al alcanzado en las praderas del Hotel Cumanagoto, en Sucre, donde después de finalizar la última ronda se fue a duchar, pensando que no tenía mayores opciones. “Me tocaron la puerta de la habitación y me informaron que había quedado empatado en el primer lugar con Gilberto Morales y Carlos Maestre, quienes se habían complicado en los últimos hoyos. Fuimos al desempate y había mucha brisa, por lo que no me fui directo, sino que golpeé a un lado de la bandera. La pelota cayó en el green, rebotó y rodó directamente hacia el hoyo, tras lo cual dije ¡señores, buenas noches! Había logrado un hoyo en uno y el título del torneo”.

Trotamundos
Desde sus inicios Julián Santana se caracterizó por ser un sólido pegador que literalmente dejaba con la boca abierta a jugadores, caddies y público en general, quienes no se explicaban como un jugador tan pequeño y delgado podía enviar la pelota tan lejos.

Es así que con esta condición viajó prácticamente por todo el mundo, de Jamaica a Australia, pasando por Curazao, Italia, España, Argentina, Estados Unidos y Asia, antes de hacerse Head Pro del Junko Golf Club.

Fue patrocinado por Viasa y tentado por el Lagunita Country Club que estaba a la caza de un profesional que dirigiera el golf. Le ofrecieron un mejor sueldo y hasta una casa, pero en El Junko, su presidente de entonces, Hernán Toro, le dijo “usted no se va de aquí” y le igualó la oferta del club hatillano.

Ya son 51 años los que tiene Julián Santana en el Junko Golf Club, donde no solo ejerce funciones como Head Coach, sino que está pendiente de cualquier detalle que pase en el campo. Tuberías, máquinas, grama, empleados, todo es avalado y revisado al detalle por Julián.

“Tenemos un club de 340 socios al que nos debemos. La situación actual es complicada, pero el país cuenta con los recursos para salir adelante”, finalizó