La Hidratación y yo
Crónicas de Golf
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En el número anterior había quedado en profundizar en algunas estadísticas relacionadas con el juego corto y el juego largo, para ver si conseguía más luces sobre cuál producía mejores resultados. Sin embargo, no pude conseguir mucha información relevante. Tal vez no supe buscar bien o no le dediqué todo el tiempo que debía. Mala mía. Debo esa.

En cambio, en esta ocasión quiero compartir una experiencia muy personal que espero pueda ayudar a muchos o, al menos, crear conciencia sobre la importancia de ciertas cosas que a veces damos por sentado.

Por allá, por el mes de julio, me tocó jugar una partida en el club a las diez de la mañana. En Izcaragua, normalmente, juego en carrito, pero los de mi partida querían caminar la cancha y, para no ser el rompe-grupo, decidí caminar con ellos. Ese día el sol estaba nuclear. Y, prácticamente, ¡no tomé agua en todo el día!

Al día siguiente, y durante tres días, me dieron calambres hasta en la lengua. Desde las pantorrillas hasta los dedos de las manos. La mamá de todas las deshidrataciones. Al tercer día, la deshidratación pasó, pero me comenzó un dolor insoportable en la cadera. De pie, acostado, sentado. No había forma de evitarlo, ni de soportarlo. Caminaba de milagro. De golf, ni hablar.

Por supuesto, terminé en manos de la ciencia médica. Todos coincidían en que si no soportaba el dolor, la solución era un reemplazo total de cadera. Una operación que se han hecho algunos amigos golfistas, que me dicen que les fue súper bien y que, después de la operación, hasta están jugando mejor golf que antes. Por otra parte, si hay una operación electiva invasiva, esa debe estar en el top ten.

Tanto no soportaba el dolor que estaba 100% decidido a operarme y hasta tramité la carta-aval con la aseguradora. Solo faltaba fijar la fecha.

Mientras el seguro consultaba la ouija para procesar mi carta-aval, me recomendaron como la tapa del frasco de los cirujanos de cadera al Dr. Adrién Roa, que, para hacer el cuento corto, en su consulta me dijo literalmente, “si tu fueras amigo mío, te dijera que no te operaras”. Como se imaginarán, lo hice mi amigo de inmediato y me mandó un tratamiento por 15 días con inyecciones, esteroides, antiinflamatorios, unas pastillas para dormir a un caballo, sesiones en cámaras hiperbáricas y fisioterapia. Al final, aparte de las escamas que me salieron en la espalda, ¡se me quitó el dolor y no me tuve que operar! (Mentira. Lo de las escamas es mentira, pero no me tuve que operar).

La importancia de la hidratación
En retrospectiva yo le echo la culpa a la hidratación. Más bien, en mi caso, a la no-hidratación. Nunca había estado muy pendiente de estarme hidratando en las canchas, a pesar de las recomendaciones, de todo el mundo, médicos o no. Lección aprendida. Uno se cree Ironman, pero los malos hábitos se acumulan, se encompinchan y, a la larga, cobran.

Lo último que imaginaba es que la falta de hidratación pudiera tener algo que ver con el fémur y la cadera. Los médicos que me vieron no le echaron la culpa a eso. Creo que porque la causa no era un punto crítico por investigar. El problema estaba allí y podían haber más de 70 años de causas.

Yo si me puse a buscar, para ver si mi sospecha tenía algún fundamento. A algo le tenía que echar la culpa.

Según OCR (Orthopaedic & Spine Center of the Rockies), la primera de las cinco causas
principales del dolor de cadera es la deshidratación.

Resulta que hay algo que se llama el acetábulo, que es una cavidad redondeada, parte de la pelvis, cuya función principal es proporcionar una base para la articulación de la cabeza del fémur. La articulación entre el acetábulo y la cabeza del fémur es conocida como la articulación de la cadera.

La deshidratación puede tener un efecto maléfico en el acetábulo (y, en general, en la salud de la articulación de la cadera). El líquido sinovial es un lubricante que se encuentra en el acetábulo, que ayuda a reducir la fricción entre los huesos y proporciona movilidad y flexibilidad. Cuando uno se deshidrata, la producción de líquido sinovial puede disminuir, lo que puede llevar a la reducción de la lubricación y al aumento de la fricción en el acetábulo. Dolor.

Además, la deshidratación puede afectar el tejido conectivo y los ligamentos que rodean el acetábulo, que son cruciales en la estabilidad y el soporte de la articulación de la cadera (ojo: el swing). No hidratarse adecuadamente puede hacer estos tejidos más rígidos y menos elásticos, aumentando el riesgo de lesiones y disminuyendo la función de la cadera (ojo: el swing, otra vez).

El agua es esencial para la absorción de nutrientes y minerales, incluyendo el calcio, fundamental para la fortaleza y la densidad ósea. Sin un consumo adecuado de agua, con el tiempo, los huesos pueden debilitarse y volverse más propensos a lesiones y enfermedades. Así que es crucial mantenerse hidratado adecuadamente. Hay que tomar suficientes líquidos a lo largo del día, especialmente durante la actividad física y en climas cálidos.

Una hidratación adecuada durante una ronda de golf
Una hidratación adecuada es crucial durante una ronda de golf, para mantener un rendimiento óptimo y para prevenir la deshidratación. Aquí dejo algunos consejos para mantenerse hidratado durante una partida de golf:
  1. Agua antes, durante y después del juego. Comienza el día tomando suficiente agua antes de comenzar a jugar. Lleva una botella de agua y bebe regularmente durante el juego. Cada dos hoyos, mínimo, para mantenerte bien hidratado. Después del juego, sigue bebiendo agua para reponer los líquidos perdidos.
  2. No esperes a tener sed para tomar agua. Sentir sed es una señal temprana de que tu cuerpo necesita líquidos. Algunos pueden sentir sed antes de estar deshidratados, mientras que otros pueden estar deshidratados incluso sin sentir sed. Es importante beber líquidos regularmente, a lo largo del día, para mantener un adecuado equilibrio de hidratación en el cuerpo.
  3. Las bebidas con cafeína o alcohol pueden tener un efecto diurético, lo que puede aumentar la deshidratación. Opta por agua, bebidas deportivas o jugos naturales durante el juego.
  4. También puedes obtener líquidos de los alimentos que consumes, frutas o verduras con alto contenido de agua, como patillas o naranjas.
  5. Usa ropa liviana que permita la evaporación del sudor y facilite la regulación de la temperatura corporal. Evita los materiales que atrapan el calor y te hagan sentir más caliente.
  6. Protege tu piel con un buen protector solar antes de comenzar el juego. La exposición prolongada al sol puede aumentar la pérdida de líquidos a través de la sudoración.