Movido por la curiosidad y por su fuerte vínculo con la noción de ayudar, se ha dedicado a la docencia y a sus pacientes. Siguiendo su vocación, se define a sí mismo como un investigador
POR: VIVIANA TADDEO / FOTOS: CÉSAR PALACIO¿Por qué infectología?Para ser infectólogo, se debe hacer primero Medicina Interna (mi primer postgrado). Para el segundo, había dos opciones que me gustaban: Terapia Intensiva o Infectología. Me atrae el procedimiento para diagnosticar una enfermedad infecciosa, se parece mucho a investigar un crimen. De pequeño, mi mamá me regaló “Sherlock Holmes” de Sir Arthur Conan Doyle, siempre tuve mucha afición por las novelas relacionadas con el método de deducción. Me considero un investigador.
¿Una experiencia que lo haya marcado?Cuando estaba en el último año del postgrado en Medicina Interna, fui a presentar un trabajo de investigación en unas jornadas científicas de la Sociedad de Infectología en San Cristóbal, Táchira. De camino, en el autobús, iban muchos infectólogos y los escuché hablando sobre su formación: habían estado en selvas y montes investigando chipos, culebras, fiebre amarilla. De alguna manera, entendí que esa había sido su forma de vida y era como yo pensaba que quería ser. Ganamos el mejor premio de investigación. Fue un elemento marcador porque “cuando te caen limones, tienes que hacer limonada”. Otra experiencia a destacar es que hice Medicina Interna en la época en la que no había tratamiento para el VIH: todos los pacientes se morían. Eso fue un impacto muy importante. Cuando apareció el tratamiento, la situación cambió drásticamente. Ver que una enfermedad cambió de ser mortal a permitir tener una vida normal o casi, fue algo que ocurrió en el curso de mi vida y ha sido un marcador para mí.
¿Cómo ve el mundo un médico infectólogo? ¿Qué debería cambiar en la humanidad para alcanzar la noción de la influencia y consecuencia de los hábitos en la salud?
Quizás una decepción para mí es la distancia que hay entre el conocimiento científico y la capacidad de decisión de los que tienen el poder. Mientras esa brecha no se cierre, vamos a tener dificultades. Esto tiene que ver con los hábitos. Lo que tenemos de conocimiento científico y que nos propone ir por una vía más saludable, no necesariamente se traslada a las decisiones gubernamentales. Esto tiene que ver con nuestra capacidad como científicos de convencer a los decisores del porqué de determinadas decisiones; y de este lado, entender ese mundo.
Creo que una nueva amenaza de una potencia parecida a la pandemia está por ahí. ¿Para cuándo? No sé, pero esto puede ser una catástrofe química, nuclear, ambiental o una amenaza biológica de nuevo. La pregunta es: ¿estamos preparados para eso? Si el cálculo que sacamos de eso fue la pandemia, algunas cosas funcionaron mejor que otras, pero la respuesta fue mediocre. Por ejemplo, nuestra capacidad de llevar a vacunar a la gente hoy, es peor que antes de la pandemia. Eso es un retroceso.
“Un aprendizaje del Covid-19 fue el manejo de la incertidumbre, lo cual fue fundamental. A su vez, transmitir información sobre la cual no teníamos certeza”
Nacido y criado en Caracas, estudió en el Colegio San Ignacio y luego en la Universidad Central de Venezuela, donde se formó como médico. Realizó su residencia en los hospitales de Los Magallanes y Pérez de León, y obtuvo un postgrado en Medicina Interna en el Hospital Vargas. Posteriormente, completó dos años de especialización en Infectología. Pasó año y medio en Estados Unidos, donde se entrenó en el manejo de infecciones en pacientes con trasplantes hepáticos en el Beth Israel Deaconess Medical Center, un hospital afiliado a la Escuela de Medicina de Harvard. De regreso a Venezuela, comenzó a trabajar en la Policlínica Metropolitana y en el Instituto de Medicina Tropical, donde sigue ejerciendo. Entre 2002 y 2016, fue Director de Salud del municipio Sucre. Desde 2017, ha estado vinculado a la ayuda humanitaria y también ha sido asesor en salud de la Asamblea Nacional. Durante la pandemia de COVID-19, su presencia en redes sociales, especialmente Twitter e Instagram, creció debido a su especialidad, usando estas plataformas para informar a la comunidad sobre temas de salud.
Monkeypox (viruela del mono) es una zoonosis, un virus que está en los animales y el huésped se atraviesa y hay un accidente. Entre 2022 y 2024 hubo 100.000 casos de monkeypox en el mundo. De alguna manera, este problema está relacionado con nuestra interacción con el ambiente. Hay que pensar en formas mucho más modernas, lógicas o naturales de que el ser humano se relacione con él. Otro ejemplo es el dengue: América lleva 12.000.000 de casos en 2024. Hay más mosquitos que en los años 80 y están más distribuidos porque el calentamiento que ha habido da una condición propicia para que se reproduzca en bandas que no solamente contemplan a los países tropicales. Hay Aedes desde Chicago hasta la Patagonia.
Se debe ver de forma integral: qué estamos haciendo con nuestra vida para que todo esté influyendo sobre esos episodios y debe hacerse una lectura de cómo queremos vivir dentro de los próximos 50 años.
Crecí como médico y como infectólogo con la sensación de que las enfermedades infecciosas se iban a acabar pronto; ahora es todo lo contrario. Está claro, cuando empezamos a ver retrospectivamente, que nuestra vulnerabilidad va en aumento y no en disminución:
1. Tenemos los mismos antibióticos desde hace 20 años y tenemos bacterias más resistentes que hace 20 años. Eso no va por buen camino.
2. Las zoonosis (las enfermedades que están circulando naturalmente en el entorno animal) no se están alejando del ser humano, sino que se están acercando.
Hay que ver cómo enderezamos esto, y ciertamente tenemos que pensar en un mundo con más amenazas de las que sospechábamos.
Mitos
“Con antibióticos no se puede beber alcohol. Es una mentira relacionada con el hecho de que algunos antibióticos del siglo pasado tenían interacción con el alcohol. Hoy solo uno la tiene: el Metronidazol. Esto no quiere decir que la gente puede beber exageradamente si está bajo algún otro antibiótico, pero dos o tres copas de vino no afectan en nada. Eso es un mito”.
“La sopa de patas de pollo sube las plaquetas. Esta sopa es un buen hidratante para el dengue. (Lo principal cuando hay dengue es mantenerse hidratado). Esta sopa tiene agua con electrolitos, e hidrata igual que una bebida energética, un suero o el agua con sal y azúcar. Eso es un mito urbano muy latinoamericano”.
“El infectólogo es una suerte de detective que intenta investigar qué es lo que está produciendo la enfermedad; además, el procedimiento para diagnosticar una enfermedad infecciosa se parece mucho a investigar un crimen”
El COVID-19“La pandemia nos dejó muchas lecciones. Mi vida cambió durante esos dos años y medio. La incertidumbre fue la gran compañera en ese momento. Dentro de las enfermedades infecciosas, una de mis áreas de investigación siempre ha sido las epidemias. Pertenecía a un grupo internacional de preparación para pandemias, trabajábamos todos los años, nos reuníamos. Cuando llegó la pandemia tuve que poner en práctica todo lo que habíamos estado aprendiendo. No me sorprendió, ya sabía que eso venía, lo que no sabía era cuándo. Había mucha incertidumbre, pero a la vez, teníamos una herramienta que nunca habíamos tenido: las redes sociales. Me levantaba a las 4:30 de la mañana para leer lo que escribían mis compañeros que estaban en Europa, y así poder entender lo que estaba pasando allá y ver cómo trasladar sus aprendizajes a nuestros casos.
Decidí explicarle a la gente cómo se transmite —en esa época estaba visitando a mi mamá en España— y dije: ‘Voy a hacer un IG Live’, y vi a 2.500 personas conectadas. Así me di cuenta que la necesidad de información era tan grande que tenía que explotar eso. Mi actividad como médico fue súper intensa. Entendí que construir las historias de la gente terminó siendo el storytelling a través de los casos, lo cual era muy educativo; porque las cosas técnicas las entendían, pero las personas comprenden mejor cuando les echas un cuento. Las cortas historias que hacía en Instagram eran una forma de contribuir al ánimo de la gente. Era contar casos de gente común y corriente con las que el resto podía conectar”.
La tecnología avanza igual que el desarrollo de la IA, ¿cree que estas herramientas podrán ser de utilidad en el campo de la infectología?
No tengo ninguna duda. Ya lo estamos viendo. Una de mis áreas de desarrollo como investigador es la Ciencia de Datos. Cuando sucedió la pandemia, teníamos la posibilidad de ver en tiempo real datos de cientos de personas que ocurrían en China para analizar y tener información a través de la computadora. Eso era imposible dos años antes. Hoy en día tengo bases de datos de 100.000 pacientes de América Latina de una enfermedad específica y tengo la capacidad de analizarla casi que en tiempo real con softwares especiales. Para mí no es el futuro, es el presente. Una cosa que me tardaba una hora y media, sacando un cálculo con una calculadora, ahora con Chat GPT tarda unas décimas de segundo.
UN MENSAJE PARA EL MUNDO“Es fundamental confiar en la Ciencia. Creo que haber perdido un poco la confianza en ella no nos va a hacer bien. En un mundo donde la información es masiva, identificar fuentes confiables es un reto para el ciudadano. Tenemos que hacer una curaduría del tipo de información que manejamos y eso significa identificar de dónde sale la fuente, quién es el emisor y cuán buena es la información. Es una nueva responsabilidad para la cual no estamos preparados y requiere de unas claves de preparación para que las redes sociales sean positivas”.