Por: José Manuel Ortega
Asesor de negocios en Latinoamérica, Socio Director de la prestigiosa Firma británica Alliott Global Alliance en Venezuela desde hace 30 años. email:jortega@ora.com.ve / www.ora.com.ve
Existen quizás múltiples causas, como la ola expropiatoria que se vivió tiempo atrás en Venezuela, o la inaccesibilidad de las divisas en la cuantía necesaria para reinversión de materias primas o para el reparto de dividendos, o incluso el miedo mismo a un futuro que lucía indescifrable; lo cierto es que algunas empresas de tradición, dejaron de producir generando espacios vacíos.
Estos espacios que al mismo tiempo representaban una demanda insatisfecha, fueron llenados y se siguen llenando gradualmente por nuevos actores, quienes se aventuraron a invertir, crear y producir nuevas propuestas, emulando en algunos casos productos líderes que en otro tiempo pertenecían a marcas de renombre internacional o incluso nacional, arraigados en la costumbre del venezolano.
Le decía a Pedro Penzini, en una entrevista el año pasado en su programa radial, sin entrar a ponderar las razones, empezó a ocurrir en el país un traslado de marcas, y es así como el consumidor empezó a darse la oportunidad, a veces forzosa, ya que sus marcas de preferencia estaban ausentes, de probar nuevos productos, y de modificar su lealtad.
Si hacemos un breve ejercicio de memoria, y nos paseamos por las marcas que lideraban el mercado de principios de los 2000, descubriremos que muy pocas de ellas, aun cuando hayan vuelto nuevamente al ruedo del mercado actual, puntean la preferencia del consumidor de hoy en el país, esto ocurre con marcas de embutidos, de electrodomésticos, de café, de jugos pasteurizados, productos de limpieza, de higiene personal, pollo, cadenas de supermercados y muchos más. Es lo que en buen criollo se dice como “a Rey muerto, Rey puesto”, y es que el mercado se adapta con bastante rapidez ante nuevas circunstancias, es el instinto mismo de supervivencia llevado al mercado del consumo, y muy difícilmente ante un producto nuevo de buena calidad y con presencia difundida, el consumidor vuelva la vista atrás para regresar a su marca de tradición. En otras palabras, es como si el consumidor se convirtiese en el castigo para su antiguo proveedor por haberlo abandonado en el tiempo.
Este fenómeno no es particular de nuestra economía, es la respuesta natural, es una simple consecuencia, y por eso jamás puede dejarse un espacio vacío, pues sin duda y más rápido de lo que pudiera pensarse, será cubierto por un nuevo actor dispuesto a asumir el riesgo o más bien la oportunidad.