Mi historia con el básquet comenzó desde muy pequeño. Mi gran amor por esta disciplina nació, y se fue forjando como el acero más puro, bajo la presión, desde el sudor, el esfuerzo, la constancia, la disciplina, el “no rendirte”, pero sobre todo, el “creer en ti”.
Recuerdo que en un partido contra el Colegio Los Arcos, estando en la categoría de “Semillita”, a pocos minutos de terminar el partido y con el marcador empatado, me dieron un codazo y me sacaron con el golpe un diente de leche. Recuerdo que mi boca sangró, pero mi mente y cuerpo, por la adrenalina del juego, solo estaban pendientes del marcador, y alcancé a escuchar los gritos de los asistentes y el de mi madre que se perdían dentro del público. De manera instintiva, logré sacar mi diente con mi mano libre y apretarlo en el puño. Con mi otra mano, seguí driblando, realizando el tiro que definiría el partido y nuestra victoria.
Muchas veces, la vida nos enseña que a pesar de tener obstáculos e imprevistos debemos seguir adelante, creyendo en nosotros mismos y en nuestro equipo, driblando hasta lograr el objetivo final, sin renunciar a nuestros sueños. Debemos de tener fuerza y fe ante la adversidad.
Luis Nardone