Me gustaría comenzar hablando del ignaciano: aquel que es ante todo caballero, que se siente orgulloso de donde estudió y de los colores que defiende; aquel que siente pasión y lucha por el escudo que tiene en su pecho. Desde pequeños, en el fútbol del Colegio San Ignacio, nos enseñan disciplina, responsabilidad, liderazgo y sobre todo pasión, valores que nos hacen crecer como seres humanos; pero eso no es lo único. El fútbol te da amistades, alegría, emoción, te enseña a amar, a respetar al rival; aprendes como el trabajo duro da frutos, pero también conoces la injusticia y la malicia. Hay personas que aunque se les explique mil veces, no entenderán lo que sentimos por este deporte.
Mi comienzo en el fútbol del colegio no fue el que yo esperaba. Sin embargo, eso no me frenó. Luché por parar el balón, ante todo, con manos, dientes, rodilla; tenía que llegar a donde quería estar, ya que el escudo que llevaba en el pecho y los colores los sentía míos desde primer grado. Con el pasar del tiempo, lo fui entendiendo cada vez mejor. Se presentaron oportunidades para dejar de jugar en este nivel colegial, pero yo no acepté, pues ya me había enamorado de mi colegio.
En IV y V año me dieron una nueva responsabilidad: el chamo que había parado goles desde pequeño ahora era el encargado de hacerlos. Lo hice con toda la pasión, sentí la camisa más que nunca, y tenía un equipo que la sentía de la misma forma, que todos los viernes salía a luchar cada pelota como si fuera la última, y todos juntos fuimos BICAMPEONES de la Copa Ganstaminza.
Por todo esto, soy quien soy. El mensaje que les quiero dejar es que sientan, que se apasionen, se enamoren y vivan cada responsabilidad, cada trabajo y el deporte como se vive el fútbol en el Colegio San Ignacio. Por último, quisiera agradecer al Loyola Sport Club y a todos los entrenadores del fútbol por su tiempo y dedicación.
Gracias a mi equipo por todas las alegrías.
Gracias a mi promoción 93.
Diego Aular
V año