Durante 13 años, los ignacianos vivimos en una pequeña utopía, casi perfecta, excepto por un detalle: un fenómeno impredecible que nos termina afectando a todos. Creemos que no va a tener trascendencia alguna, pero, al final, termina venciéndonos en una carrera imposible de ganar. Este fenómeno se presenta en la forma de una tormenta, que se aferra a nuestros pensamientos y que siempre está presente en nuestra preciosa utopía.
ROJO. Nuestra trayectoria empieza cuando llegamos el primer día de colegio, en Villa Piscina. Comenzamos a hacer amistades con personas que no sabíamos que en un futuro llegaríamos a querer y apreciar tanto que se convertirían en nuestros hermanos y hermanas. Y cuando nos empezamos a sentir cómodos, cerramos los ojos, y sin darnos cuenta ya pasaron dos años.
BLANCO. Llegamos a Villa Loyola. Algunos mantienen sus mismas amistades, otros cambian, y todos empezamos a volvernos cercanos con más personas de la promoción. Pasan cuatro años como si fuese uno y nos damos cuenta de que ya son seis desde el primer día de clases. Es el día de pasar de Villa Loyola al rectorado, la tormenta empieza a molestarnos.
AZUL. Ahora tenemos que empezar a preocuparnos por nuestro futuro, y aquí definimos quiénes nos van a acompañar los últimos cinco años de colegio.
BEIGE. La última etapa de nuestro recorrido. Este es el momento cuando en realidad debemos marcar nuestra huella en el colegio, dejar nuestro pequeño grano de arena con el número 93. El 12 de enero de 2019 y el 11 de enero de 2020 nos sentimos en el auge de la utopía. El IV vs. V muchos lo consideramos los días más felices de nuestra vida. Sostuvimos dos veces la “Gastaminza” y esos días rumbeamos, vacilamos y nos volvimos locos, como si no hubiese un mañana. Sin embargo, todo tiene un final. La tormenta se tornó más intensa que nunca, porque en unos meses nos toca ingresar al mundo real.
Para mí, lamentablemente, la tormenta llegó temprano, y me lanzó un rayo mucho antes de lo que esperaba. Cuando se terminó tercer año, me tuve que despedir de todas esas personas con las que intenté aprovechar todos los segundos al máximo; traté de hacerlos tan felices como ellos me hacen a mí. Irse del país es una de las situaciones más difíciles que he enfrentado: tener que dejar a las personas que se convirtieron en los pilares fundamentales de mi vida fue verdaderamente devastador. Sin embargo, por muy lejos que uno esté, nunca pierde el contacto con ellos, y solamente escuchar cómo están vacilando tanto sus últimos dos años de colegio me termina llenando de una felicidad incapaz de medir.
El tiempo es la tormenta en la que todos estamos atrapados. El tiempo no espera, y dicen que todo pasa, pero ¿qué ocurre cuando no queremos que nada pase? Todos compartimos el mismo sentimiento: queremos parar el tiempo, revivir tantos días que nos marcaron, y seguir en nuestra utopía sin tener que mirar a futuro, solo viviendo el presente. Pero la tormenta juega muy sucio; nos atacó con un rayo aún más fuerte, que nos obliga a mantenernos en nuestra casa los últimos meses antes de que la promoción 93 se gradúe, quitándonos lo más valioso que existe. A nuestra promoción le tocó una situación extremadamente complicada: primero la crisis política y económica del país, y justo antes de graduarse, ¡¿una pandemia?!... Es complicado verlo desde un punto positivo, porque la verdad es que hay muy pocos; pero tenemos que reflexionar y darnos cuenta que hay tres responsabilidades críticas que la situación deja en nuestras manos. La primera, es que somos las personas más capaces para prepararnos y llegar a generar un cambio en nuestro país, aportar nuestro grano de arena para volver a llegar a la Venezuela en la que vivieron nuestros papás. La segunda, aprender de los errores de nuestros actuales líderes mundiales, para que estemos totalmente preparados para una nueva pandemia, que no existe duda de que va a venir. Tercero, no dejar que la tormenta nos vuelva a ganar la carrera, y aprovechar cada momento como si fuese el IV vs. V.
Querida PROMOCIÓN NOVENTA Y TRES: es difícil escribir en un solo artículo todos mis sentimientos hacia ustedes, porque necesitaría mil páginas, pero les quiero dar las gracias. Gracias por todos los momentos que me dieron el privilegio de disfrutar con ustedes. Gracias por todo lo que me han enseñado. Gracias por todas nuestras risas, chistes, rumbas, escapadas, discusiones, peleas, reencuentros, los momentos de euforia, lloraderas, los momentos de cantar el himno a todo pulmón, los partidos, todos aquellos que comieron empanadas conmigo, las semanas colegiales, todas las mujeres que me flecharon, todos mis hermanos y mis hermanas que me marcaron. Y gracias al Colegio San Ignacio por darme la oportunidad de ser parte de la 93. Quiero que todos sepan que nos vamos a volver a encontrar, y aunque las cosas estén complicadas, nunca duden ni pierdan la esperanza de que vamos a regresar a nuestra utopía, pero esta vez, el cielo va a estar despejado.
¡Que viva el Colegio San Ignacio!, y ¡que viva la PROMOCIÓN NOVENTA Y TRES!Carlos Eduardo Lucas
Promoción 93