INGENIOS
POR MARY VILLARROEL SNESHKO
El hiperrealismo de Alejandro Brito
Con la mirada en inmortalizar la belleza con sus cuadros, el artista venezolano busca convertirse en un Arturo Michelena moderno. Para él, “ser hiperrealista es una forma de pensamiento”
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Dibujar fue su pasión desde niño, pero en lugar de crear mundos abstractos propios de su imaginación, Alejandro Brito perseguía siempre el realismo: “Tenía una especial atención para que todo quedara absolutamente real. Pasaba horas buscando el color exacto. Me frustraba mucho de pequeño porque nunca lo lograba”, recuerda.
Buscando saciar su curiosidad, comenzó a practicar modelismo estático: “Es tomar una figura real y hacer una versión exacta, pero en miniatura. Por lo general, eran escenas bélicas. Me gustaba mucho porque desde niño siempre quise ser militar, tengo cuadernos de preescolar en donde yo pintaba los aviones y carritos con colores camuflados, sin entender exactamente por qué”.
Sus talentos evolucionaron con el tiempo y le dieron notoriedad en las actividades colegiales. Sin embargo, aunque disfrutaba de la creación artística, jamás pensó que podría utilizarla como medio de vida: “No veía el arte como un estilo de vida y no tuve ningún acompañamiento que me dijera que se podía. En mi familia estaba el estereotipo del pintor que se muere de hambre. No tenía referencias para ese entonces”, recuerda.
Buscando otros caminos, siguió su sueño de la niñez y entró a la Academia Militar: “Mientras los demás cadetes trotaban en el sol, a mí me pedían que pintara murales en las oficinas de los jefes. Me decían el cadete pintor”.


 


“Busqué el arte por mi paz mental”
Alejandro al poco tiempo descubrió que el mundo militar no era para él y comenzó a trabajar en una compañía de seguros. “Mis colegas me presentaban como pintor antes de asesor de seguros”, explica para entonces. Mientras de día trabajaba en oficina, las noches le revivía su sueño y trabajaba pintando en su taller en los after hours.
Por más de una década Brito le dedicó su vida al mundo corporativo, pero confiesa que no seguir su pasión lo llenó de amargura: “Era profundamente infeliz en ese momento. Me di cuenta que no me veía en un futuro ahí, siempre me sentí un extraterrestre en la oficina. Busqué el arte por mi paz mental”.
En pro de perfeccionar lo que hasta el momento había sido su hobby, se inscribió en clases de pintura con Patricia Rizzo, artista hiperrealista venezolana y todo le hizo clic: “Cuando conversé con ella todo cambió para mí. En ese espacio, todos los que veían clases venían de oficinas como yo, pero realmente eran artistas”.
Tras meses de pensarlo, decidió renunciar y dedicarse de lleno al arte: “Cuando creces, la pasión no es algo que importe, sino encontrar un trabajo que te ayude poquito a poco y comienzas a soñar en diminutivo y el 90% de la sociedad es así. Nadie te enseña a ser feliz ni a buscar la felicidad. En ningún momento me dio miedo porque mi situación era insostenible”, analiza.




Atención milimétrica al detalle
Pese a que la vida como soldado no le resultó, Alejandro Brito maneja su arte con tanta disciplina y enfoque como en una academia militar: “Un artista debe tener el dominio de una técnica. Ser hiperrealista es un estilo de pensamiento. Hay que ser muy estructurado, muy planificado. Yo detesto la improvisación”, explica.
Tras haber pulido su técnica de la mano de Blair School of Realism, en California, Alejandro trabaja traduciendo la realidad a través de óleo y lienzo: “Con mis obras le doy atención milimétrica a los detalles. Siempre busco la sensación de realismo: los poros, las arrugas, el color, la luz… todo planificado y estructurado. Vivir improvisando no me gusta. Además, en hiperrealismo ¿qué vas a improvisar?”
Pese a tener años trabajando como artista, asegura que sigue en proceso de aprendizaje: “Yo soy de los que cree que no cualquier cosa es arte y no cualquiera es artista. Un artista tiene que prepararse, debe tener el dominio de una técnica. Cualquier profesional debe dominar lo que profesa, todas las aristas”.

 


La misión: inmortalizar la belleza
Cada artista se mueve por una musa, la de Alejandro es inmortalizar la belleza. “Me encanta ver la parte bonita de la realidad, plasmar lo que sea en su mejor faceta. Uso los colores más vivos. A mí me interesa ver cada elemento en su nivel de energía más positivo y más alto”, comenta.
Tras años dedicándose al hiperrealismo, asegura que no solamente la belleza estética lo inspira, también ha descubierto con sus “ojos de pintor” una sensibilidad especial hacia la energía de sus creaciones: “Una persona alegre para mí es hermosa, ese es mi foco de atención”.
La vida desde los ojos de un artista adquiere un matiz diferente porque le entregan una atención privilegiada a lo que los rodea: “Cuando ves como artista, comienzas a ver los colores en todas partes y no desde el punto de vista cromático, sino que sientes de forma distinta. Tu sensibilidad se amplifica y esa es una parte vital de todo artista: tener una sensibilidad por encima de la persona promedio”, asegura.

Cuadros que le hablan al terminar
Perfeccionista de nacimiento e hiperrealista de profesión, Alejandro Brito hace un trabajo minucioso al momento de diseñar una nueva obra: “El dibujo tiene que ser absolutamente perfecto. La mezcla de colores debe ir acorde con lo que verás. Disfruto enormemente el proceso de planificación de la obra y ver cómo todo va cobrando vida en el camino”.
Analizando texturas, colores y formas, podría enfrentarse al dilema de cuándo está terminado un cuadro, pero sus creaciones le susurran cuando llegan a la cúspide del realismo: “Decidir que un cuadro está listo es muy difícil. En mi caso, el cuadro me dice 'basta, no me toques más'”, comenta entre risas.
Después de sentarse por horas frente a sus lienzos, los deja descansar por días hasta que ambos se sienten completamente satisfechos: “Mi proceso de creación se alarga hasta que el cuadro me dice que está listo. Cuando eso pasa, siento que cierro un ciclo por completo y no lo quiero ver más”, asegura.
Brito explica que considera suyas sus creaciones mientras las realiza, pero luego, su misión como artista es enseñar su talento al mundo y las deja libre: “Hay quienes tienen un vínculo filosófico con los cuadros y que los ven como hijos, yo no, yo los termino y quiero que los disfrute alguien más”.







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