Caminando por las calles de Caracas de la mano de su madre descubrió sus talentos para el arte. Con sólo nueve años, comenzó clases de pintura en el Ateneo de Caracas y sus manos rápidamente se moldearon en pro de la creación artística: “Para mí siempre fue un hobby pintar y tallar en barro. Todos mis regalos de niña fueron pinturas, lienzos, pinceles y colores. Siempre estaba sumergida en mis quehaceres artísticos”, explica Marianella.
Enamorada de lo que sentía cuando estaba en un taller de arte, se entregó en cuerpo y alma a su creatividad. Todos sus tiempos libres los dedicaba a inventar nuevas formas de expresión. Pero pese a que el arte se le daba como pez en el agua, estudió administración (carrera que nunca ejerció).
Para 1988, descubrió una nueva pasión: el uso de la luz y el color a través de los vitrales. De forma empírica y con ayuda de revistas, aprendió el oficio de crear arte con vidrio.
A esta etapa de su vida la llama
“Luz y color” y tiene en su trayectoria grandes proyectos, como la iglesia Sagrado Corazón de Jesús y María (en Terrazas del Ávila), la iglesia San Nicolás de Bari (en Guarenas) y el Santuario de la Virgen de Betania (en Cúa).
Con facilidad para diferentes disciplinas (pintura, escultura, vitrales, etc), Marianella descubre sus propias técnicas de trabajo gracias a la experimentación y práctica constante: “Más que talentosa, te diré que soy creativa. Todo lo que quiero hacer, consigo hacerlo. Busco la manera y siempre lo logro”, explica.
Buscando la alegría permanente
En el 2014 su vida dio un giro trascendental tras ser diagnosticada con un cáncer terminal. De carácter espontáneo y ligero, no dejó que las opiniones médicas nublaran su forma de ver el mundo y continuó haciendo arte y conectándose con la naturaleza hasta que sanó.
En búsqueda de dejar atrás el sabor amargo de su enfermedad, Marianella decidió trabajar en una serie llamada
Alegría permanente, en la que esculpía caramelos gigantes: “¿Acaso hay algo más emocionante que un caramelo? Siempre te va a dar alegría verlo, eso era lo que yo quería lograr”, recuerda.
Tras superar un diagnóstico terminal, confiando en el poder sanatorio de la naturaleza y las artes de oficio, Mariallena decidió entrar de lleno en el mercado del arte. “Cuando lo ves como un hobby, no te pesa ni se te hace difícil. Para mí el tiempo no pasa cuando estoy en el taller. Yo veo algo, me lo imagino y lo hago. No duermo hasta que logro hacerlo. Soy artista de oficio y nunca paro, siempre le busco la vuelta para poder crear lo que tengo en la cabeza”, asegura.
Después de llenar de dulzura sus espacios, siguió explorando con la escultura hasta que en su mismo jardín encontró la inspiración que necesitaba para el proyecto que cambiaría su vida.
Inmortalizando la naturaleza
“Siempre hay flores para quienes quieren verlas”, decía el gran artista francés Henri Matisse, y Marianella, con una mirada que persigue constantemente la belleza, encuentra inspiración y conexión en la naturaleza. Entre flores, ríos y viajes constantes a la Gran Sabana, la artista redescubre el mundo desde su propia perspectiva y lo interpreta con cada una de sus obras.
Sus musas son las orquídeas y las tiene desde hace años creciendo en su jardín. De todos los estilos y colores, la artista logra conectar con ellas desde su belleza y sensualidad. “Son muy bellas, muy íntimas, me siento como ellas”, afirma.
Con la mirada puesta en inmortalizar la belleza de sus flores, la artista decidió convertirlas en esculturas híper realistas. Para poder lograrlo, las estudió por meses: “Me costó mucho interpretarlas, quería hacerles justicia a lo hermosas que son porque muchos de sus detalles pasan desapercibidos”.
Esta aventura llena de orquídeas ha transformado por completo su identidad artística. En todos los rincones de su casa, conviven flores naturales de tamaño miniatura y flores esculpidas gigantes y asombrosas. La serie la bautizó como
Naturaleza y el poema que la acompaña es: “Viajeras del tiempo, inspiradoras de sueños, fragancias de Dios”.
¿Cómo crea cada pieza?
Todas sus obras están inspiradas de forma milimétrica en las orquídeas de su jardín. Para respetarles el florecer, Marianella disfruta de su ciclo y cuando sabe que están a punto de caer, las disecciona con precisión científica y pone cada pieza en un proyector.
“Pongo cada pieza en el proyector gigante y usando las formas exactas hago los moldes para tener las piezas en fibra de vidrio”. Una vez que estén diseñados con la forma correcta en su taller, las pinta a mano con acrílico: “Les hago cada detalle lo más idéntico posible”.
Antes de comenzar de lleno a pintar sus esculturas, estudió pintura realista sobre lienzo para aprender técnicas que le permitieran lograr la exactitud que buscaba: “Mi meta es que cada obra quede impecable. Yo las pinto con aerógrafo y con pinceles hasta lograr el efecto natural de la flor. Al final se sellan con acrílico transparente mate o brillante”.
Como sacadas de un cuento de fantasía, las orquídeas de Marianella son tan exactas a las reales que juegan con la imaginación del espectador al hacerlo sentir que está en un mundo fantasioso de flores gigantes. Entre Phalaenopsis, Encyclias, Vandas y otros tipos de orquídeas, se ha vuelto toda una experta en esta flor.
Más que la inspiración de su trabajo, la artista considera a las orquídeas sus amigas: “Para mí son mis amigas, son unos seres mágicos. Son pequeñas criaturas que me llenan de asombro siempre. Mientras más las veo, más descubro cosas. Les veo pestañas, labios, manos, hasta zapatos”, asegura.
Bautizadas como
Rochelera y Guachafita, Marianella elige palabras clave de la jerga del venezolano celebrando que la orquídea es la flor nacional del país. Cada una tiene una personalidad asignada y se las reafirma escribiéndoles piezas poéticas que juegan con las historias que ella misma les crea en su imaginación.
13 variedades de orquídeas
Dentro de su catálogo, la artista venezolana ofrece 13 variedades de orquídeas aptas para todos los gustos. Desde las más realistas y coloridas, hasta las más sobrias en plata o negro brillante, sus flores son un homenaje a la naturaleza.
“En el certificado de autenticidad de la obra agrego la foto de la orquídea original para que vean de dónde sale la idea”, indica. “Yo jamás me imaginé hacer orquídeas, pero siempre soñaba con ser una porque las siento conmigo, siempre he sido así”.
Sus obras pueden ser disfrutadas tanto en exteriores como interiores. ¿Quieres la tuya? La artista trabaja con pedidos personalizados y la puedes encontrar en Instagram como
@MarianellaRuiz_Art.