Su carrera como
art dealer comenzó hace más de 17 años en la ciudad de Nueva York, donde se sumergió por primera vez en el mundo cultural: “Es una ciudad vibrante y se mueve el arte desde todos los puntos de vista. Hay artistas, galerías, museos, casas de subastas, coleccionistas… siempre hay algo nuevo que ver”, comenta.
Apasionado por el arte, comenzó a crear su propia colección hasta convertir su casa en su museo personal. Con un enfoque especial por el arte contemporáneo, Harrar navega en las aguas del mercado del arte con sabiduría y el conocimiento que le da la experiencia: “Todas las obras con las que trabajo están escogidas con ojo crítico. Son siempre buenas, bien sea por la técnica del artista o por ser una representación auténtica del movimiento artístico”.
Su nombre es uno de los más respetados en la Gran Manzana, puesto que se ha dedicado a trabajar incansablemente en pro del arte, de todos los estilos: “Es difícil tener voz en Nueva York. Mi posición en el mundo del arte me la he ganado a través de los años con mucho trabajo y siempre cuidando el nombre, que es la mayor enseñanza que me dejó mi padre”, recuerda.
Museos, galerías y coleccionistas privados lo buscan para encontrar piezas de arte contemporáneo, que es a lo que ha dedicado su vida: “Me especializo en post-war contemporary, que es desde 1945 hasta hoy. De todos, Picasso es, sin duda, mi favorito”, comenta Ronald.
Como buen coleccionista, Harrar a veces se enamora de sus obras y algunas son imposibles de dejar ir, por más atractivas que puedan ser para el mercado: “Tengo piezas de Ewa Juszkiewicz (Polonia), Ángeles Agrela (España), George Condo (EE.UU), Genesis Tramaine (EE.UU), Otis Kwame (Ghana), entre otros, que tengo en mi colección y no tengo intención de vender”.
Adaptándose a las nuevas revoluciones culturales, Harrar se pronuncia a favor de los NFT (obras de arte digital): “Me parece fantástico que los artistas digitales tengan al fin una plataforma para poder exhibir su trabajo”, afirma. Asimismo, agrega que varios artistas tradicionales con los que trabaja ya están adoptando esta nueva forma de creación.
Su devoción por el arte ha calado en su familia al punto de que todos (no sólo su esposa) son
art lovers y se conectan emocionalmente con las piezas que compra para su casa/museo.
A Harrar la pasión por el arte le resulta absolutamente natural desde su infancia: “De pequeño, mis papás -que siempre fueron muy sofisticados- me llevaban a París, pero era yo quien les pedía ir a visitar el Louvre”, aunque terminó desarrollándose por completo al vivir en Nueva York.
Si quieres saber más de su espectacular y exquisito trabajo (o de sus artistas), lo puedes conseguir en Instagram como
@RonaldHarrar.