Cuando en su adolescencia tomó el gusto de patinar largamente por Caracas, Saz Oner redobló el hábito que adquirió por su padre de recorrer la ciudad y reconocerla desde diferentes ángulos. Así se habría impregnado las retinas con el cinetismo que se esparce por las calles de la urbe. Soto, Cruz-Diez, Debourg… Todos se intercalaban frente a sus ojos con el arte urbano y las severas líneas de la arquitectura brutalista caraqueña. Probablemente, también fue en este momento que entendió cómo estas piezas le dan un nuevo significado al espacio público. Hoy, hace lo propio con su geometría que, mientras continúa replanteando la calle, también se ha adentrado en la formalidad de las galerías.
A veces cuerpos dinámicos que destacan entre el hollín callejero y otras veces impactantes composiciones que abarcan grandes extensiones, arropando no sólo muros sino también mobiliario urbano y hasta kioscos… la obra de Saz Oner se puede ver con frecuencia en las avenidas de Chacao (Caracas), donde vive y trabaja, aunque también en extremos como El Hatillo y La Vega.
Su ya reconocible estilo, que comprende líneas afiladas y colores nítidos que componen vibrantes formas geométricas, se plasma principalmente en murales, aunque también en collages y ensamblajes que continúan sorprendiendo en alguna esquina ignorada de la ciudad. Su propuesta más formal se ha venido haciendo espacio en exposiciones colectivas desde 2011, como el XXI Salón Jóvenes con la Feria Iberoamericana del Arte (FIA) en la Galería Universitaria Braulio Salazar (Valencia, 2018), en el que ganó mención honorífica, y la muestra
“Emergent 3” de la Ranivilu Art Gallery (Miami, 2018). Su primera individual fue en La Casa 22 de El Hatillo bajo el título
“Apariciones Geométricas” (2014) y, más recientemente,
“Circunstancias” (2022) en AWA Cultura.
Atletismo creativo
Saz Oner es el seudónimo de un artista que creció viendo cómo su padre, deportista profesional, dedicaba algo de su tiempo libre a pintar y, más allá de eso, a construir también los bastidores de sus propios lienzos, mientras su mamá alentaba también los intereses artísticos de la familia. Una adolescencia patinando con amigos lo expuso a diferentes influencias estéticas, pero también a desarrollar una manera de ver el espacio que luego informaría su discurso.
“Saz” observa que “hay espacios que comúnmente no percibimos cuando vamos caminando, pero cuando uno patina, está pendiente de ciertos lugares, como una escalera con baranda o con muros. Para hacer una maniobra uno planifica por dónde rodar, por encima de qué saltar y en qué lugar caer, y eso ya es una intervención del espacio que genera una imagen para quien observa el truco. Es como un
performance: uno está interviniendo el espacio al ejercer una actividad, dotándolo de otra identidad al generar una acción sobre él”.
Ver la ciudad desde este punto de vista le permitió asimilar su capacidad de dotar un sitio con otro significado, de dirigir la atención de la gente hacia lugares que convencionalmente pasarían inadvertidos.
Encontrando su estilo
Definir su estilo ha sido, por supuesto, un proceso que le ha tomado años. De sus primeros pasos en el graffiti recuerda haber asumido la experimentación como parte del proceso. En un momento que los tutoriales no habían poblado la videoteca de YouTube, cuenta que, autodidacta, “pintaba donde podía, como podía, y me iba dando cuenta de cómo usar el spray para generar efectos y enriquecer el lenguaje. Y como nunca me juntaba con nadie, yo mismo tenía que ir corrigiéndome en el camino”. Así, valora el ensayo y error como “lo que te permite aprender a manejar a fondo una técnica y modificarla a tu estilo personal”.
Empujando su búsqueda artística hacia adelante, decide superar el graffiti rápidamente y se consigue una variedad de técnicas que enriquecieron su trabajo en sus estudios de diseño gráfico en el Instituto Universitario Monseñor de Talavera, luego de abandonar cinco semestres de ingeniería de sistemas en la Universidad Santa María. De este modo, se encontró con recursos que le permitieron manipular letras hasta convertirlas en formas abstractas y a usar stencils en forma de rostros que aparecían entre figuras geométricas. Su estilo empezaba a asomarse, así como la influencia de artistas internacionales como Martín Blaszko, Remi Rough y Nawer; y de venezolanos como Ángel Hernández, Mateo Manaure y Mercedes Pardo.
Un encuentro con el también artista urbano Flix Robótico, arquitecto de formación, devino en amistad e inició un diálogo en el que, cuenta, “nos dimos cuenta de que el trabajo no se puede quedar estancado. Como artista, tienes que tener una evolución en la que quizás vas cambiando de un estilo a otro, pero tratando de conectar y de validar esa transición de lo que hacías antes a lo que empiezas a hacer ahora”.
Así también hallaron que “en el proceso de trabajar la imagen de una manera más simple, sumadas a los elementos abstractos que uno iba agregando, si eliminabas la parte figurativa, lo que quedaban eran líneas y formas que, si las empiezas a depurar, generaban formas geométricas y una composición en el espacio”.
Al mismo tiempo, gracias a su trabajo en un taller de publicidad, permanece descubriendo y experimentando con nuevas técnicas, materiales y una forma de percibir el espacio más dimensional. Experimentó con PVC, madera y MDF, y así empezó a crear ensamblajes geométricos, pasando de retar la bidimensionalidad con recursos pictóricos a directamente trabajar piezas tridimensionales. En ese momento, se unieron los puntos que llevaron a Saz Oner a consolidar el estilo por el que hoy se conoce. “Me di cuenta de que ahí había la conexión. Las circunstancias que me rodeaban en ese momento específico hicieron que mi trabajo se depurara, se limpiara hasta llegar a la parte geométrica”, afirma el artista.
De las calles a las galeríasSobre su paso de la calle a los dominios expositivos, asegura que “lo que yo haga en la calle se puede poner en una galería, siempre y cuando se adapte de alguna manera a los formatos y a los requerimientos de un museo. Al ir enfocado hacia un público más específico, el trabajo obviamente tiene que estar mucho mejor acabado, tiene que haber una idea que se venga desarrollando, un lenguaje que lo sustente todo. No quiere decir que lo que se haga en la calle no tenga ese peso, pero el trabajo que uno termina haciendo en la calle es un poco más libre”.
Asimismo, admite que “la calle te da la libertad de experimentar con muchas cosas… y de alguna manera, esa experimentación te permite redefinir el trabajo y presentarlo de otra forma en una galería o en un espacio expositivo mucho más serio”.
Sobre su visión artística a largo plazo, comenta que “ahorita estoy en este estilo y me gusta lo que estoy haciendo, pero siento que tiene que mejorar mucho. Quién sabe si dentro de un tiempo este trabajo que vengo realizando me da la idea para florecer otro tipo de lenguaje, de estilo”, concluye.
“La calle te da la libertad de experimentar con muchas cosas”
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