VIP Rafael Cartay
Por Silmari Rivas Rubin / Fotografía Pedro Saturno
“No puedo vivir sin escribir”
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El maestro se reencontró con su natal Venezuela después de nueve años. Lo trajo una intensa gira por gran parte del territorio nacional para hablar y defender una de sus grandes pasiones: las cocinas regionales.
 
“La cocina venezolana es más de lo que uno piensa, es una proyección de amor ciudadano, pero sobre todo, el fundamento de una identidad”, afirma el autor de “El pan nuestro de cada día”, uno de sus libros más vendidos.
 
El respetado investigador se encontró con un crecimiento gastronómico importante en el país; no obstante, defiende que hay una diferencia: “La cocina popular repite, copia y reproduce; mientras que los chefs hacen cocina para impactar los sentidos y brindar sensaciones muy agradables al paladar. Ellos estudian e innovan, no copian”, explica.
 
El maestro Cartay ha trabajado por muchos años con cocineras populares y ha investigado profundamente cómo ellas crean memoria gastronómica: “Los grandes cocineros te producen placer, pero no proyección ligada a la gastronomía y a la identidad”.

Tiene nueve años fuera del país. Vivió tres años en Colombia, después un año en Perú y, últimamente, tiene fijada su residencia en Ecuador, siempre como investigador y profesor invitado en importantes universidades. También ha viajado a Canadá, Estados Unidos y México.

Sin duda, es un gran conversador, una fuente de saberes… de forma envolvente ahonda sobre las constantes en su vida: el acercamiento a la naturaleza, las cocinas regionales y la búsqueda de reconocimiento que lo llevó a convertirse en escritor.

Siente especial orgullo por sus títulos: “El pan nuestro de cada día”, “Entre gustos y sabores”, “Historia de la alimentación del Nuevo Mundo”, “Del paisaje a la olla” y “Fábrica de Ciudadanos, crónica de la sensibilidad humana” (aunque es autor de más de 57 libros y de 60 artículos especializados).
 
“No puedo vivir sin escribir, sin ese hábito no puedo vivir. Yo he tenido amores, como todo el mundo; y esos amores se han roto porque hay unas amantes: la lectura, el estudio y la investigación”, afirma quien se ha casado varias veces y tiene tres hijos.
 
Asimismo, en cuanto a su formación, nos confiesa que decidió “no ser nada y ser de todo”. Cartay se graduó de economista en la Universidad Central de Venezuela. Al poco tiempo, se fue a estudiar a México, a uno de los mejores centros educativos de Chapingo, con profesores de talla mundial, como Norman Burlaug.
 
Luego hizo otra maestría en desarrollo agropecuario en el Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas de Costa Rica: “En esa oportunidad, mi tesis fue sobre el café”. Este tema le llevó a la neurología aplicada al sistema alimentario.
 
Posteriormente, cursó economía de países extranjeros en La Sorbona de París y, durante su estancia en la Ciudad de la Luz, fue donde empezó a querer a la gastronomía. Dado que “comía muy mal”, tomó clases de cocina con profesores de la misma universidad. “Empecé, digamos, a ser experto en quesos, vinos y comida francesa”.
 
Después, un poco avergonzado de haber dado tanta importancia a la cocina francesa, inició sus investigaciones sobre la cocina venezolana.