Ni tan vanidosos
A tan sólo días de que el mundo se declara en cuarentena, muchas marcas pensaron en cómo podían aportar un granito de arena. Y es que, aunque la industria de la moda sea percibida como banal, varias demostraron que sí podían hacer un aporte humanitario.
El conglomerado LVMH (que reúne a marcas de la talla de Louis Vuitton, Christian Dior, Givenchy, entre otras) fue uno de los primeros en tomar acciones.
Por ejemplo, Louis Vuitton produjo batas de hospital en su atelier de
ready-to-wear, situado en la rue du Pont Neuf de París, donde se encuentra la sede de la Maison francesa. Las bastas fueron proporcionadas a los sanitarios que trabajan en primera línea en seis hospitales parisinos de la red Assistance Publique-Hopitaux. Dior y Givenchy, por su parte, destinaron el alcohol que comúnmente utilizarían para la producción de perfumes, para crear geles antibacteriales que fueron entregados a las autoridades francesas para su más acertada distribución.
También en Venezuela algunas diseñadoras tomaron iniciativas. Clarissa Egaña (de Port de Bras) y María Fernanda Vera (de Melao) utilizaron sus retazos de tela para crear mascarillas que distribuyeron gratuitamente en nuestra capital. Y la diseñadora Ana Ascanio presentó su nueva colección, titulada precisamente Resilience, vía zoom, aclarando que un porcentaje de las ventas de sus piezas sería donado para comprar material de protección para el personal del Hospital Universitario de Caracas en agradecimiento a su admirable labor.
Nike para el personal médico
Esta marca deportiva anunció recientemente que donaría 30 mil zapatillas al personal médico de distintos hospitales de Estados Unidos, así como otros 2500 a ciudades europeas como Barcelona, Berlín, París, Londres y Milán.
El modelo es el El Air Zoom Pulse, lanzado al mercado en noviembre 2019, el cual consideraron que era el más adecuado considerando las horas que deben permanecer de pie los “atletas de la salud”. Fueron fabricados con tela que repele los líquidos, son sin trenzas para que sean fáciles de ponerse y quitarse, y cuentan con un diseño especial y único.
Un cambio de negocio
Aunque el mundo avanza cada día en términos tecnológicos, la realidad es que, en el caso de la industria de la moda, la mayoría de las transacciones se dan en tiendas físicas. Esto ahora resulta prácticamente en una crisis existencial, porque con las nuevas medidas sanitarias con las que deberemos vivir en los próximos meses, todo cambia. Ya de por sí comprar ropa será de las menores prioridades cuando mucha gente estará luchando únicamente por sobrevivir ante la situación económica; pero, además, la gente que sí tenga recursos, se pensará dos veces antes de ir a un local a probarse ropa o tocar un accesorio que no sabe cuántas personas lo han tocado o si se ha desinfectado correctamente, así que la experiencia online deberá mejorar su juego y las empresas deberán ofrecer algo que se perciba como más que ropa, calzado y accesorios.
Sustentabilidad obligada
Aunque seguirán haciendo lluvias de ofertas, la verdad es que el mundo está entrando en una recesión económica muy fuerte. Esto conllevará no sólo a que la gente compre menos, sino que también se interese más por la calidad de lo que compre y un diseño más atemporal y auténtico. Esto, sin duda, tendrá un gran impacto especialmente en lo que se conoce como el fast fashion, que son cadenas como H&M o el grupo Inditex. “Las tendencias de corta vida ya estaban perdiendo su relevancia antes del virus, ahora serán menos relevantes que nunca”, dijo Imran Amed, creador de The Business of Fashion.
Y aunque en un comienzo se pueda ver un boom (quizá como esas imágenes de Zara en Francia que impactaron a muchos), donde algunas personas acudan en masa para aprovechar los grandes descuentos, los indicadores económicos apuntan que no será una tendencia a largo plazo.
Asimismo, el aprovechamiento de los recursos será clave, así que la ropa que ofrezca múltiples maneras de usarse fácilmente y el uso de materiales alternativos será necesario.
Anna Wintour, editora de la revista Vogue de Estados Unidos, comentaba precisamente que ésta era “una oportunidad para todos de darle un vistazo a nuestra industria y nuestras vidas y repensar nuestros valores. Pensar en el desperdicio, la cantidad de dinero, el consumismo y los excesos en los que hemos caído y verdaderamente replantearnos qué representa esta industria”.
Siendo la moda la segunda manufactura más contaminante del planeta desde mucho antes de la pandemia, no es algo que ya no se hubiera estado hablando antes, pero definitivamente ahora es más pertinente que nunca. Igualmente, el llamado mundial es
“slow down”, o ir más despacio. Esta reflexión ha surgido en muchísimos ámbitos, pero en la moda, justamente se trata de la no necesidad de sacar mercancía cada semana (que si esta tendencia, que si una colaboración, que si esta edición limitada) y esto se puede ver desde la frialdad de los hechos (la mayoría de estas producciones en masa se dan en Asia y el poder adquisitivo del público ya no será el mismo aunque demuestre intenciones) o desde un punto de vista más filosófico donde se haga ver (o creer) que tiene que ver más con una reflexión y una toma de conciencia.
El diseñador italiano Giorgio Armani justamente dio una entrevista bastante fuerte al respecto, declarando que “el declive del sistema de la moda, tal y como lo conocemos, comenzó cuando el sector del lujo adoptó los modos de funcionamiento del fast fashion con un ciclo de entrega continuo, con la esperanza de vender más. No tiene sentido que una chaqueta o un traje mío esté en la tienda durante tres semanas, que se vuelva inmediatamente obsoleto y sea reemplazado por una nueva mercancía, no demasiado diferente de la anterior”.
Igualmente, ante la dificultad de continuar con el mismo flujo de importaciones y ante la posible quiebra de muchos pequeños comerciantes, en cada país se incentivará la compra local (esto aplica en todos los sectores). Si se fijan, ya Instagram creó la etiqueta “Compra Local” para agrupar y ayudar a los comerciantes de cada país, particularmente pequeños y medianos emprendedores (aunque alguna que otra gran tienda multimarca se aproveche de la etiqueta).
“Nadie quiere comprar ropa para lucirla en casa”. Simon Wolfson, director ejecutivo de Next
Moda virtual
Ya los desfiles de moda estaban siendo un tema controversial en la industria. Muchos diseñadores no le veían propósito (principalmente comercial) a presentar colecciones que se verían en las vitrinas seis meses después, perdiendo todo su impacto. Con el Covid-19, ya por ejemplo la firma Saint Laurent hizo un comunicado para expresar que no se presentará en la Semana de la Moda de París de finales de año (se dé o no) y que cancelará el resto de sus presentaciones en el 2020: “Consciente de las circunstancias actuales y de la oleada de cambios radicales que ha provocado, Saint Laurent ha decidido tomar el control y marcar su propio ritmo reajustando su calendario. Ahora más que nunca la firma marcará su propio ritmo, legitimando con ello el valor del tiempo y conectándose con gente de todo el mundo, aproximándose a sus espacios a sus vidas”, expresó la firma en un comunicado a través de las redes sociales.
Otras han contemplado la posibilidad de hacer desfiles sin público transmitidos a través de plataformas digitales.
Por eso es que las empresas de tecnología están teniendo una gran demanda porque, además, las marcas se están viendo obligadas a mejorar su experiencia de compras en línea. Ya no sólo se tratará de tomarle una foto a una pieza, subirla y colocarle su precio. No, ahora también es necesario que en la pantalla veas a una modelo en movimiento, girando, para ver cómo se ve la pieza puesta ahora que tú no podrás ir a probártela como antes y que la política de devoluciones se está revisando por cuestiones sanitarias. Es cierto, ya algunas tiendas hacían esto (y colocan la talla de la modelo para referencia), pero ahora será cada vez más demandado y pidiendo también incluir modelos de diversos tipos de cuerpo o, incluso, la posibilidad que, subiendo una foto tuya, puedas ver cómo se vería esa prenda en ti.
El fast fashion, probablemente, recibirá el mayor impacto a largo plazo
Nuevas tendencias
Aunque todavía no se sabe nada a ciencia cierta, todo apunta a que en los próximos meses el uso de mascarillas será parte de nuestra indumentaria diaria. Esto no sólo tendrá un efecto en el mundo cosmético (menos labiales y más énfasis en el maquillaje para ojos), sino también en el tipo de ropa y accesorios que compramos.
Igualmente, aunque no hay nada certero, todo apunta a que el foco en los próximos meses estará en la ropa para andar en casa (lo que se conoce como
loungewear), ante el incremento del teletrabajo; los básicos, por aquello de la necesidad de comprar menos y dure más en el tiempo no sólo por la calidad sino el tipo de diseño; y la ropa deportiva, por el interés en temas relacionados con la salud.
Claro, esta “nueva demanda” no necesariamente se traducirá en iguales o mayores ganancias pre Covid-19, dadas las circunstancias económicas generales.
Igualmente, las firmas deberán reinventarse desde el corazón. ¿Qué quiero decir con esto? Atravesamos por un momento que, emocionalmente, también ha sido muy intenso: no poder ver a nuestra familia, la imposibilidad de reunirnos con nuestros amigos, la revalorización de lo que realmente importa… así que la psicología del consumidor también va a experimentar cambios a los que las empresas de moda tendrán que ajustarse si quieren sobrevivir. Más que nunca, ya no sólo se tratará de vender simplemente un objeto, sino que tiene que haber una filosofía detrás, algo inspirador más allá de lo práctico o lo bonita que pueda ser una prenda.
La moda será, en todo sentido, mucho más íntima.
“Cuando salgamos de esta pesadilla, habrá un gran deseo de belleza, pero también de lógica, estoy seguro. Tenemos la oportunidad de reducir la velocidad y reajustar todo para dibujar un horizonte más auténtico”. Giorgio Armani