La leyenda cuenta que el presidente José Antonio Páez se encontraba con una amante en esta zona, quien ya estaba comprometida. Por eso ordenó a sus guardias que vigilaran por si pasaba alguna persona mientras el visitaba a la dama. Es aquí cuando a los guardias los llamaban “Angelitos”, tomando el nombre por ser el lugar donde ellos guardaban al presidente.
Esquina de Padre Sierra
Es una de las pocas esquinas de Caracas que conserva su nombre desde la época de la colonia, ya que allí tenía su casa Don Joseph de Sierra, capellán de las monjas Concepciones, quien vivió en este lugar en 1766.
Las crónicas, refieren que el capellán ejerció labores humanitarias en el sitio. El padre Sierra fue un hombre muy humanitario, que hizo un gran trabajo durante la epidemia de 1766 al ayudar a curar a los enfermos poniendo en riesgo su propia vida. Igualmente, el 21 de octubre de ese año, ayudó a socorrer a las víctimas del terremoto que sacudió a Caracas. El Padre Sierra murió víctima de esta enfermedad que contrajo cuando se dedicaba a curar y proteger a los enfermos.
Inclusive, en esta esquina viviría en su infancia y juventud (antes de partir a España) el Generalísimo Francisco de Miranda. Posteriormente, en 1759 en esa casa vivía don Fernando Mejía hasta 1762, cuando la adquiere don Sebastián de Miranda. Éste fijó aquí su residencia en ese lugar y acondicionó espacios para establecer allí su tienda de amasijo y mercería.
Esquina de Sociedad
Lugar donde se ubicaba a principios del siglo XIX, una casona con la sede de la Sociedad Patriótica en 1811. Esta casona contaba con puertas de madera oscura claveteada, zaguán de huesitos, corredor de ladrillos y un gran jardín rodeado de elegantes pilares.
Al ser sede de la Sociedad Patriótica en 1811, se escuchó por primera vez a Simón Bolívar motivar al pueblo a buscar la Independencia de España. Otros personajes como Francisco de Miranda, Miguel Peña, Antonio Muñoz Tébar, Francisco Espejo, los hermanos Salias y Vicente Tejera se reunieron en este sitio para buscarle una solución a la opresión en la que vivía Venezuela en aquel momento.
Esquina de El Chorro
Ubicada en la avenida universidad en Caracas, cuenta con dos explicaciones para el origen de su nombre.
La primera viene de la época de los obispos, donde los padres de la parroquia junto con el Obispo Antonio González de Acuña (propulsor del acueducto de Caracas), participaron en la construcción de una plazoleta. Dicho lugar contaba con una abundante pila de agua para servir a los vecinos de la zona, luego el conducto atravesaba el convento, después desembocaba en la parte sur de la edificación, en un grueso chorro que caía de cierta altura a la calle, donde se encauzaba de nuevo en un cauce descubierto.
Dicen que esta caída de agua sirvió de punto de referencia y dio el nombre esquina del Chorro.
La segunda explicación está dada con la historia de la familia Agustín Pérez, quienes tenían un negocio donde preparaban la mejor bebida de piña y papelón de la ciudad. Juan y medio y Agustinillo, como eran conocidos en la Caracas de 1812, eran canarios. El primero era el encargado de encender los faroles públicos, y estaba con los que intentaban derrocar cualquier gobierno patriótico que tomara el poder. Agustín, por su parte, tenía fama de ser el rey de los “guaraperos”.
El negocio se encontraba en el ángulo suroeste de la esquina del mercado de la Plaza de Armas. Destacaban por el diseño de un aparato giratorio y con una llave hacia la calle. Agustín podía despachar a sus clientes sin abrir la puerta, con tan sólo soltar la llave al momento de escuchar el sonido que hacía el centavo al caer en una alcancía. Como aparentemente el jugo salía solo y brotaba como un chorro, la esquina tomó ese nombre.
Esquina El Peligro
«¡No te acerques allí muy de noche!» Para el siglo XIX estas esquinas era un campo abierto con algunas chozas, donde por la noche los delincuentes robaban a los inocentes transeúntes.
Esquina Pele el Ojo
En 1856 dicha esquina era conocida como Juego de Pelota, dado que para esos tiempos este terreno aún baldío era utilizado para actividades de recreación, o como otros autores han señalados, sirvió de refugio a individuos acostumbrados a los asaltos nocturnos, tan frecuentes en aquellos tiempos, cuando la ciudad prácticamente permanecía en tinieblas.
Un bodeguero instaló su negocio en el lugar y lo llamó “Pele el ojo al peligro” para advertir a los transeúntes que se mantuvieran alerta ante las asechanzas de los delincuentes.
De la esquina El Peligro y Pele el Ojo no hay muchas historias, pero les prometemos investigar más para su ampliación.
Esquina de Las Ánimas
Surge la leyenda para el siglo XIX, que cuando la oscuridad llegaba al sitio se podía escuchar un coro de voces fúnebres, llantos y Ave Marías. Entonces, unos curiosos salieron a la calle para descubrir quiénes eran los cantores y se encontraron con sombras con túnicas blancas, y dijeron que eran ánimas del Purgatorio.
También decían que, justo cuando alguien moría, se oían las voces femeninas que se lamentaban. Así se difundió el rumor de que los sonidos que emitía la esquina eran las ánimas del purgatorio cantando y que venían a buscar el alma del fallecido. Se relata que aquellas voces les pertenecían a un grupo de viudas que pedían por las almas de sus esposos, quienes salían en procesión con velas para pedir por el descanso eterno.
Esquina el Muerto
Durante la guerra de los cinco, en las calles de Caracas, la mayoría de los heridos morían por falta de atención y medicinas. Al terminar las batallas, los camilleros pasaban para recoger los muertos. Una vez recogiendo los cuerpos de repente se levantó uno y les dijo: «no me lleven a la tumba, que todavía estoy vivo». Después de esto, los vecinos del lugar decían; «esta es la esquina donde se levantó el muerto».
Esquina de San Francisco
Esta historia es más sencilla, toma su nombre gracias a la iglesia de San Francisco, que se edificó en 1593. El nombre deriva del Convento Máximo de la Inmaculada Concepción, fundado por una comunidad franciscana en el año 1575. Posteriormente se elaboró en 1593 la iglesia de San Francisco convirtiéndose en el lugar religioso de preferencia de los habitantes de la zona.
A parte de llevar el nombre colocado por los franciscanos, en este lugar ocurrió un importante hecho para la historia de Venezuela. Al término de la Campaña Admirable de Simón Bolívar para 1813, fue consagrado en este templo con el título de Capitán General de los ejércitos de Venezuela y con el nombre de Libertador. Posteriormente recibió sus restos el 17 de diciembre de 1842, cuando se celebraron los funerales con el Réquiem de Mozart antes de ser trasladados a la Catedral de Caracas.
En esta importante esquina, también donde se llevó a cabo la proclamación del Libertador, creció un árbol de ceiba que se convirtió en uno de los hitos más llamativos de la ciudad. La ceiba fue declarada Patrimonio Natural en el 2001. Hoy tiene cerca de 35 metros de altura, ha sufrido podas con el tiempo y está dentro de un separador vial construido en la Avenida Universidad.
Esquina de la Bolsa
Debemos aclarar que existe discrepancia entre los cronistas en relación con el origen del nombre de la esquina. Pero, se piensa que La Bolsa sirvió para dar impulso al desarrollo financiero de la capital, indicios que fue uno de los puntos concurridos de la ciudad.
En esta esquina tenía su casa la bisnieta de Don Diego de Boiza, que según la leyenda el nombre proviene de la descomposición del apellido Boiza. Dicen los cronistas que Diego Boiza era hombre de “malos instintos” y que se aprovechó de que los jirajaras, estando alzados mataron a algunos españoles, para esclavizar, en su provecho, gran número de ellos, con los cuales se fugó a Honduras, temiendo el merecido castigo de sus muchos delitos (Luis A Sucre: Gobernadores y Capitanes generales de Venezuela).
También se dice que fue mansión de Garcí-González de Silva, donde descubrió el gobierno la acuñación de monedas de plata, denominadas “Fable”, esa habría sido la primera casa de la moneda que tuvo Venezuela.
Esquina del Conde
Se debe su nombre, a las historias relacionas a las viviendas de la aristocracia criolla que obtuvo sus títulos nobiliarios, gracias a las numerosas haciendas que poseían, trabajadas por mano esclava.
Principalmente, porque vivían dos condes con título nobiliario. Ellos fueron Don Fernando Ignacio de Ascanio (Conde de La Granja) y Don Antonio Pacheco (Conde San Javier). Sin embargo, los cronistas dicen con justa razón que la «Esquina del Conde» debía llamarse en propiedad de «Los Condes», pues frente a la casa solariega del Conde de San Javier, estaba situada la del Conde de La Granja. Hacia el norte estuvo situada la casa de los Condes de Tovar, cuyo título les fuera concedido el año 1771.
Cabe destacar, que la casa fue reconstruida en 1785, y hoy está transformada en Edificio de Correos. La casa del Conde de La Granja fue luego mansión de Oviedo y Baños, el autor de la primera «Historia de la Provincia de Venezuela». Luego fue destruida y en sus terrenos se construyó el «Pasaje del Capitolio», que toma su nombre del teatro del mismo nombre allí situado.
La del Conde de San Javier, antes de su total destrucción estuvo en ella «La Imprenta Nacional», después «El Eco Venezolano» y por último «El Nuevo Diario», órgano de la dictadura gomecista.
En esa casona se instaló la Junta Suprema de Caracas, conservadora de los Derechos de Fernando VII, el 20 de abril de 1810; y un año más tarde, -1.811- se congregaron en sus salones los Diputados del Primer Congreso de Venezuela.
Esquina El Guanabano
Su nombre se debe al árbol de guanábana que en aquel sitio prestaba su acogedora sombra.
Esquina del Carmen
Todas las familias deberían aceptar un patrón o abogado de la casa, por tal razón empezaron a poner sobre las puertas de los zaguanes, retablos y bustos religiosos con el patrón de la casa. Una de las pocas que se conserva en Caracas, es en la esquina del Carmen, con su mismo nicho con la imagen de la virgencita de los escapularios.
Esquina Las Gradillas
Su nombre se debe a que allí existían unas gradillas o gradas, para bajar a la Plaza de Armas o Plaza Mayor de la Colonia.
Esquina de Las Madrices
Fue llamada así en recuerdo de las bellas hijas del Capitán Domingo Rodríguez de la Madriz. Esta casona de Las Madrices fue destinada a usos diversos ocupándola la Orquesta Caracas, funcionó como hotel y hasta como teatro. En esta histórica mansión se festejó el Decreto del 29 de abril de 1856, por el cual se ratifica a Caracas sede de la capital de la República de Venezuela.
Esquina de San Jacinto
Su nombre lo da El Convento de San Jacinto, construido el siglo XVI.
Esquina Las Monjas
En el siglo XVII, hubo una viuda rica que dedicó su vida y fortuna a la Iglesia. En lo que hoy es el Capitolio, había una casa de dos pisos la cual convirtió en el Convento de Santa Clara, la viuda, sus cuatro hijas, tres sobrinas y dos jóvenes, tomaron los votos como monjas.
Candilito
En la Caracas del siglo XIX, la iluminación de las calles se hacía con candiles o faroles colocados en la parte más conspicua de las esquinas. Para 1897, esta esquina ya tenía esa denominación. En Santa Rosalía hay una esquina homónima.
Esquina de Veroes
Era el lugar donde tenían su hogar los hermanos vascos Francisco y Pedro “de Verois” por los días de la Compañía Guipuzcoana. El uso de este apellido vasco se modificó con el tiempo para transformarse en Veroes.
Esquina Platanal
Al oeste de la Plaza de Candelaria se extendía antiguamente una ciénaga, razón por la cual ese lugar tardó mucho tiempo en desarrollarse.
Respecto al nombre del plátano, citado Alvarado a José de Acosta, dice que debieron hallar semejanza entre estos plátanos de Indias y los plátanos que celebran los antiguos.
Una Caracas antigua… Esquinas de Caracas no tan conocidas
Esquina de La Romualda: Cerca del puente Catuche para el año 1824, existía la pulpería de la Sra. Romualda Rubí, quien todos conocían por Ña Romualda. El puente sobre el río Catuche, es uno de los primeros puentes construídos en la ciudad, esta obra data de 1735 y su construcción obedeció a la necesidad de garantizar el paso a La Candelaria cuando el río crecía y dificultaba el paso.
La sra Romualda Rubí, era una particular cocinera y además gran admiradora de El Libertador.
Avilanes: Hacia el año 1875, cerca de esta esquina vivieron cuatro hermanos músicos de apellido Avilán, quienes eran muy solicitados para amenizar retretas y fiestas.
Alcabala: En esta transitada esquina existió una estación de control y pago de peaje que daba entrada y salida a la ciudad. En 1772 existieron en Caracas 5 de estas alcabalas: del Camini del Valle, del Camino de La Vega, del Camino de Catia, del Camino de La Guaira, y La Candelaria naciente. A principio del siglo XX, allí estuvo una de las estaciones del tranvía de la que actualmente se puede apreciar parte de los rieles por donde se desplazó.
Miguelacho: En esta esquina funcionó la pulpería de Ño Miguelacho, una de las más populares de la ciudad. Este personaje fue un defensor de niños y desamparados. En 1813 fue señalado de tener simpatías contrarias al partido oficial, ante lo cual una congregación de niños salió en su defensa, vociferando por su libertad en la Plaza Mayor. La petición fue aceptada por el gobernador.
Otras Esquinas de Caracas Socarrás: En esta popular esquina de La Candelaria vivió y murió el Dr. Socarrás, médico nacido en Puerto Príncipe, Haití. Llegó a Venezuela en 1757. Su casa fue sede de la Botica de Socarrás, donde expedían medicinas. En 1900, en esta esquina sufrió un atentado el entonces Presidente Cipriano Castro.
Puente Yanes: Esta esquina debe su nombre al Dr. Francisco Xavier Yanes, originario de La Habana, Cuba, que llegó a Venezuela a principios del siglo XIX. Se destacó por su participación en los hechos de emancipación y por realizar escritor sobre nuestra historia nacional.
Estuvo casado con la hija del Dr. Socarrás y estableció su casa de habitación en la esquina siguiente a la de su suegro. Cerca de esta esquina, a finales del siglo XIX, el arquitecto Hurtado construyó un puente que oficialmente se llamó Puente Antonio Guzmán Blanco. Sin embargo, teniendo el pueblo la referencia del Dr. Yanes, siempre lo llamó Puente Yanes, tal como se le conoce.
Plaza España: En 1954, esta esquina fue conocida como Cerrito del Diablo, porque cerca de allí murió una niña maldecida por su madre y como consecuencia, según narración popular, el Diablo se la llevó antes de ser sepultada. Posteriormente, un franciscano le da el nombre Cerrito de los Claveles. Para 1905 se erige allí un monumento en conmemoración a Colón y el lugar pasó a llamarse Macuro. No es sino hasta 1946 cuando cambia su nombre por el de Plaza España, colocándole un busto de Miguel de Cervantes, del que en la actualidad solo queda el pedestal.
San Lázaro: En 1752 funcionó en esta esquina el Real Hospital de San Lázaro, lugar de reclusión de enfermos de lepra, padecimiento también conocido como mal de Lázaro. Frente a él se extendía la plazoleta de los lázaros, donde los enfermos solían pasear en las tardes soleadas. El hospital fue destruido por el terremoto de 1812.
Ferrenquín: A principios del siglo XVIII vivió en esta esquina un popular personaje de apellido Ferrenquín que poseía un circo en el que se realizaban corridas de toros y actividades relacionadas con la fiesta brava. Para ese momento ese sector fue conocido como circo Ño Ferrenquín, nombre que le quedó.
La Cruz: Por muchos años existió en esta esquina una cruz. Allí mismo entre La Cruz y Candilito se celebraron ´por mucho tiempo las fiestas de Cruz de Mayo, corridas de toros, desfiles de Carnaval, incluso después de la Independencia, también en 1827 en la última visita de El Libertador a Caracas, se hizo un templete donde el pueblo le rindió homenaje.